Al día siguiente durante el almuerzo, la fila del comedor sobrepasa su longitud habitual. Muchos alumnos se aglomeran en el mostrador y exigen una mayor rapidez en la entrega de sus pedidos, por lo que Martha luce bastante ajetreada. Aparto mis ojos de la escena y me dispongo a repasar los textos de literatura medieval asignados por el maestro, pero un siseo se gana mi atención. Logan agita los brazos y me señala apenas volteo. Axel permanece concentrado en sus apuntes y cada tanto engulle una cucharada de la lasaña que compró en la cafetería de nuestra facultad. Así que me levanto de la mesa sin avisarle y camino hacia mi mejor amigo.
—Cuídame el sitio. Voy al baño. —Me entrega los tiquetes para recoger nuestros almuerzos y sale corriendo.
Empuja a quienes se interponen en su camino y lo pierdo de vista cuando abandona la cafetería. Espero que llegue a tiempo. Me giro a ojear la cantidad de personas detrás de mí y alzo las cejas al calcular un gran número, mas aguardo mi turno sin rechistar. Martha sonríe al observarme y se limpia el sudor de su frente.
—Perdona la demora, hoy hay salchichas y llegan más estudiantes de lo normal, ¿vas a querer?
—Me llevaré dos platos.
Si Logan no regresa, comeré doble ración de salchichas para no desperdiciar la comida.
—De acuerdo, dame un minuto.
Se adentra en la cocina y los estudiantes levantan sus boletos con exasperación. Sin embargo, Martha retorna rápido, trayendo consigo dos platos de salchichas a la sidra.
—Gracias —le recibo la bandeja y agarro un par de tenedores de metal situados en una porta cubiertos—. Mi amigo dejó la fila por una emergencia estomacal. Seguro que ya lo conoces, se llama Logan. Estudia en esta universidad desde el año pasado.
—Creo que lo he visto algunas veces con una chica.
—¿Cuál? ¿La fantasma?
—¿Tanto te cuesta aceptar que tiene más pretendientes que tú?
Abro la boca, ofendido, mas unos silbidos interrumpen nuestra amena conversación. Aprieto los labios al percatarme de que son reclamos. Los alumnos le gritan a Martha que se apure sin ninguna consideración, lo cual no me agrada en lo absoluto.
—Si necesitas ayuda, puedo volver luego de clases para echarte una mano con la cocina.
—No es necesario, ya conseguí alguien que...
—Prometo no romper nada ni causarte problemas. —Levanto mi mano derecha en un improvisado juramento—. Ya terminé todos los trabajos que debo presentar la semana siguiente y no tendré evaluaciones hasta la quincena. Estaré libre.
—Agradezco tu interés, pero...
—Vengo a las cuatro y media. —Me alejo del mostrador para cederle paso al chico detrás de mí—. ¡Guárdame budín!
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Dibújame entre letras
Roman pour Adolescents«Hay sonrisas por las que vale la pena esforzarse y la tuya es una de ellas». Sebastián se ha resignado a aceptar que nunca vivirá una historia de amor como la de los libros. Por esa razón, decide centrarse en escribir y leer las increíbles novelas...