13| Un lienzo por pintar

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Cierro la llave del caño y embarro mis manos con jabón líquido

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Cierro la llave del caño y embarro mis manos con jabón líquido. Intento olfatearlo, pero se mete mi nariz y necesito espirar para sacarlo de mis fosas nasales. Cuando ya me siento mejor, hago unas cuantas burbujas de jabón que no tardan en reventarse. Termino de lavarme al escuchar el llamado de Axel, quien me espera en la puerta del baño. Mis poros aún siguen ahí, pero no me veo mal. Me gusta más mi reflejo en el espejo que cómo me capta la cámara de mi celular

Salgo al pasillo y frunzo el ceño al no encontrarlo. Insistió en que lo acompañara a la facultad de Artes Plásticas a buscar a su crush, mas acordamos regresar rápido a nuestra habitación para encargarnos del cachorro que dejamos encerrado allí. Aunque fuimos a comprobar si se hallaba bien en el almuerzo y no había causado ningún desastre.

Introduzco las manos en mis bolsillos y emprendo una caminata rumbo a mi pabellón. Los pasillos están menos congestionados debido a que las clases han terminado, por lo que no requiero esquivar a las personas. Trato de silbar para sentirme acompañado, pero no me sale. Nunca he podido. Me doy por vencido y sigo mi paso, deteniéndome en un aula cuyas pinturas atraen mis ojos.

El lienzo cubre su rostro, pero sé que se trata de ella. Alcanzo a vislumbrar manchas de pintura en sus manos mientras pinta sobre la superficie. Luce tan concentrada que no quiero interrumpirla, así que me dispongo a marcharme.

—¿Sebas?

—Hola —saludo con una sonrisa y me volteo hacia ella cuando me descubre—. ¿Estás ocupada?

—Estaba retocando a un cuadro que debo presentar la próxima semana. Ya casi termino.

Deja el pincel en un recipiente con agua sobre la mesa y cierra los frascos de pintura. Noto el brillo que desprenden sus ojos y me resisto a avanzar unos pasos. Me recuerda a Kiara. Ella también amaba el arte, soñaba con estudiar aquí y abrir una galería en Florencia. Era la primera en apuntarse a los talleres recreacionales que ofrecía el hospital, a los que yo la acompañaba porque me gustaba observarla feliz.

—¿Puedo verlo? Por favor —casi le suplico. Emily se cruza de brazos, no muy convencida—. Después me voy por donde vine.

—De acuerdo. Sólo para que me dejes en paz.

Reconozco que bromea y avanzo hasta colocarme a su costado para visualizar el lienzo.

Posada en la rama de un árbol, una mariposa despliega sus alas y exhibe un diseño peculiar en ellas. Dos niños sentados sobre el césped con la vista fija en el firmamento han sido dibujados allí. Ella apoya la cabeza en su hombro y le señala una estrella fugaz que surca los cielos. Él la abraza por la cintura y, aunque no distingo sus rostros ya que me dan la espalda, puedo asegurar que ambos sonríen.

Cierro los ojos con fuerza, puesto que la pintura remueve mis recuerdos. Emily también guarda silencio. No sé si porque piensa que me desagrada o debido a que la pintura también le provoca sentimientos.

Dibújame entre letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora