Hacía mucho que no acudía al gimnasio, pero necesitaba desconectar de la rutina y no me apetecía entrar a Wattpad. Mañana despertaré tan adolorido como si un camión me hubiese pasado por encima, pues he perdido la costumbre de realizar tanto ejercicio físico. Llevo aquí menos de tres horas y ya me gasté una botella entera de agua. Recargo mi espalda en el banco, separo las piernas y alzo los brazos para elevar la pesa. Entreabro los labios y jadeo, agotado, cuando la falta de entrenamiento comienza a pasarme factura. Sin embargo, sonrío al descubrir lo alto que he levantado la barra y después la deposito en el suelo.
Durante estos días me he dedicado a enviarle a la editorial las correcciones de mis capítulos para su posterior edición, aunque la propuesta de papá no abandona mi mente y los insultos en mi muro se incrementan. Esto último alimenta mis deseos de renunciar a la carrera que soñaba cursar, ¿qué sentido posee continuar con algo para lo que no soy bueno? Solo conseguirá frustrarme. Mi padre no se equivoca en ello. Ya la estoy pasando lo suficientemente mal, quedándome, me sentiré todavía peor.
Con la cabeza hecha un lío, tomo asiento sobre el banco y bebo un sorbo de agua de la segunda botella. Una gota de sudor desciende por mi frente y me apresuro a limpiarla con la toalla que traje. Kiara despega la vista de su cuaderno de dibujo y niega con la cabeza, como si le divirtiera verme tan cansado. Quiso acompañarme para presenciar el momento exacto en que me dislocaba el hombro, mas continúo en una pieza.
—Malas noticias para ti: mis huesos siguen en su sitio.
—En realidad, vine porque temía que te lastimaras. Sin ofender, pero no te tenía mucha fe como deportista.
—Al inicio yo tampoco. Probé varios deportes y con ninguno parecía irme bien. Mis otras opciones eran el golf y el croquet.
—Dudo que golpear pelotas con un palo involucre bastante actividad física.
—De hecho, no. Y nunca entendí bien cómo se jugaban esos deportes.
Me acerco a su lado para ojear el dibujo que colorea y, como de costumbre, este se adueña de mi atención. Ha ilustrado a un chico sentado en la nieve, de espaldas a un lago congelado en cuyo hielo patinan dos siluetas de fuego. Él mantiene las pupilas fijas en la aurora boreal del cielo donde alcanzado a distinguir una figura femenina de colores verdosos y violetas. La única razón por la que mis pupilas no se clavan en la imagen por más tiempo se debe a que mi novia cierra su cuaderno para beberse un sorbo del refresco que compró fuera del gimnasio sin correr el riesgo de arruinar la obra de arte.
—¿Te gusta? No preguntes cómo se me ocurrió, porque no lo sé. Creo que la imagen trasmite un significado diferente para cada persona.
—Se vería genial en la pared de tu habitación. —A su portafolio le quedan todavía varias páginas en blanco, pero cuando se acabe, tocará arrancarlas para pegarlas en la pared de nuevo—. Con ese dibujo colgado allí en vez del retrato de ángel, no me habría sentido observado la otra noche. Casi lo escuché gritándome «no pienses que no te vigilo, pecador».
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Dibújame entre letras
Novela Juvenil«Hay sonrisas por las que vale la pena esforzarse y la tuya es una de ellas». Sebastián se ha resignado a aceptar que nunca vivirá una historia de amor como la de los libros. Por esa razón, decide centrarse en escribir y leer las increíbles novelas...