La temporada de exámenes culmina más rápido de lo pensado. Nuestras calificaciones se publicarán en la página de la universidad al término de las fiestas navideñas, así que solo queda que esperar. Mis amigos se marchan de vacaciones el mismo viernes que las clases finalizan: Axel pasará Navidad junto a su familia en Roma y Logan parte rumbo a California, lugar donde se encontrará con su madre —quien viaja desde Londres— para visitar a sus abuelos.
Empaco tres libros en mi maleta y el sábado a primera hora me dirijo al aeropuerto para abordar el avión con destino a mi ciudad natal. Kiara se sienta conmigo durante todo el vuelo, por lo que compartimos mis audífonos. Aunque a mitad del camino, se duerme en mi hombro y causa que mi brazo se entuma, pero no la aparto en ningún momento.
Beso su frente para despertarla cuando aterrizamos y le ayudo a Diego a trasladar la jaula de Leo, quien viajó bajo el asiento del padre de Kiara. El pulgoso recién abre los ojos en el momento en que le abrimos la puerta para colocarle la correa y se despereza estirando las patas. Tomamos un taxi directo a la casa de los Rose y a pesar del frío, bajo la ventanilla como Hallie Parker de Juego de gemelas en su llegada a Londres. Con There she goes sonando desde mi celular, me siento como el protagonista de un video musical. Incluso saco mi cabeza por la ventana para saludar a una estatua.
El vehículo se estaciona frente a una casa de dos pisos, cuyo jardín delantero se encuentra delimitado por una reja negra. Apenas ingresamos, me asignan la habitación de huéspedes y desarmo las maletas el resto del día. El domingo me dedico a escribir el próximo capítulo para mi historia, la cual Kiara piensa leer, aunque después de mi último libro, teme por la integridad física de mis protagonistas.
Tecleo sobre mi portátil y me sobresalto cuando un estruendo proveniente del ático mientras que Leo, quien yace acurrucado en mi regazo, ni se inmuta. Lo dejo en el suelo con cuidado y subo las escaleras a toda prisa para encontrar a Kiara debajo de un muñeco gigante y junto a una caja de luces navideñas tirada en el suelo.
—¿Me estás engañando con Santa Claus?
—¡Claro que no! —Lo empuja para quitárselo de encima—. Ese barrigón sigue sin sacar a mis personajes favoritos de sus libros. Debería darle galletas con veneno.
—¿Para qué quieres a un chico hecho de letras si me tienes a mí? Yo por lo menos existo.
Me golpeo el pecho con mi puño y al percibir dolor, compruebo mi existencia. Sin embargo, no borro la hipótesis de que ambos pertenecemos a una novela y que la persona que la escribe también forma parte de otra historia. Constituyendo así un bucle de universos paralelos, de los cuales un cruce implicaría la destrucción total de lo que creemos una realidad.
—¿Por qué todavía no somos novios?
Un cortocircuito se produce en mis engranajes. Estos se atascan y lanzan chispas que le bloquean el paso a mis posibles respuestas. Falta menos de una semana para la víspera de Navidad, día en que visitaremos el hospital. Sé lo que significa, por eso no puedo evitar ponerme nervioso y se me dificulta contestarle con normalidad.
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Dibújame entre letras
Ficção Adolescente«Hay sonrisas por las que vale la pena esforzarse y la tuya es una de ellas». Sebastián se ha resignado a aceptar que nunca vivirá una historia de amor como la de los libros. Por esa razón, decide centrarse en escribir y leer las increíbles novelas...