Me paso el resto de la semana centrada en los trabajos que debo entregar para fin de curso, ya que las clases terminarán en menos de un mes, lo cual significa que Sebastián se marchará a Londres pronto para estudiar Administración. Intento convencerlo de quedarse durante estos días, pero mis esfuerzos son en vano. Casi siempre acabamos discutiendo, puesto que se empecina en que carece de futuro como escritor. Me duele que no me crea cuando le aseguro que sus historias cambiaron mi vida y también tantos comentarios repletos de odio le hayan cegado la vista.
No almorzamos juntos desde hace dos días, dado que desaparece durante los recesos y sospecho que se encierra en la biblioteca, sin apenas probar bocado. Detesto sentirlo distante. No quiero que se vaya y que su último recuerdo de nosotros sea una discusión. Se está aislando, hecho que solo acentúa en su mente el pensamiento de que estorba.
Sin embargo, apenas me acerco para invitarlo a comer el día de mi cumpleaños distingo una sonrisa en su rostro después de mucho tiempo. Pese a que las cosas entre nosotros se encuentren de la mejor manera, no planeo dejarlo fuera y, a pesar de que temía que me pusiera alguna excusa para no asistir, me promete que estará allí. No me queda más que volver a confiar en Sebastián, desenado que esta vez cumpla con su palabra para tener la oportunidad de despedirme de él. Hablamos durante un largo rato, olvidándonos por un momento de nuestras recientes discusiones, aunque el tema resurge al final de la conversación y aprovecha para disculparse por la actitud que ha tomado en los últimos días.
Llegado el veintiuno de mayo Anthuanet, Axel, Ivet, Logan, Sebastián y yo nos reunimos en un restaurante del centro para almorzar mi comida favorita. Sentada al costado de mi novio, termino mi plato en menos de media hora dado que las ansias por continuar con nuestro plan pueden conmigo. No obstante, justo cuando creo que nos retiraremos, él cubre mis ojos, obligándome a mantenerlos cerrados hasta que una torta de chocolate se halla frente a mí y me toca soplar las velas. Hacía mucho que no sentía su piel en contacto con la mía, por lo que me permito disfrutarlo y ni siquiera me impaciento por devorar el pastel.
No se lo menciono en ese instante, pero realmente extrañaba que envolviera sus brazos alrededor de mi cintura y besara mi mejilla, gestos que tiene conmigo mientras me cantan feliz cumpleaños. Sebastián me produce una retahíla de emociones que no controlo y las cuales explotan en un revoltijo de mariposas en mi estómago.
Luego del almuerzo, Anthuanet nos lleva en su camioneta hasta el Cinema Odeon, ubicado en el Palacio Strozzini, donde escogemos una de las películas de la cartelera. Él se acomoda a mi costado y levanta el apoyabrazos que separa nuestros asientos para que yo pueda acurrucarme contra su pecho. Él posiciona una mano sobre mi rodilla y después vuelve a centrarse en la pantalla, momento que aprovecho para robarme un puñado de sus palomitas.
—Una más y me arrepentiré de no haberte estampado el pastel en la cara.
Sebastián aparta el bote de palomitas de su regazo y lo coloca sobre el reposabrazos localizado a su izquierda, de modo que ya no logro alcanzarlo.
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Dibújame entre letras
Ficção Adolescente«Hay sonrisas por las que vale la pena esforzarse y la tuya es una de ellas». Sebastián se ha resignado a aceptar que nunca vivirá una historia de amor como la de los libros. Por esa razón, decide centrarse en escribir y leer las increíbles novelas...