La música que suena a través de mis audífonos me acompaña en mi recorrido hacia el comedor principal. Esta vez no pienso comprar café, porque aprovecharé mi primera clase para terminar un dibujo y odiaría derramar la bebida encima de la hoja. No me lo perdonaría jamás. Sería una tragedia, y no de las griegas.
Ayer empecé a dibujar a La Catrina, perteneciente a la maravillosa cultura mexicana. Planeo regalárselo a Ivet, pues ella lleva bien en alto sus raíces. No obstante, y aunque poseo experiencia, temo arruinarlo al agregarle los llamativos colores que la representan.
Me aferro a mi cuaderno de dibujo y apenas entro a la cafetería, lo hallo sentado allí. Yace entretenido con el juego del dinosaurio que esquiva obstáculos, dado que no hay señal de internet. Aquello no me extraña, ya que sucede con frecuencia temprano por la mañana. Seguro siente mi mirada sobre él, porque se gira hacia mí, descuidando la pantalla.
—¡Salta! —exclamo. Sin embargo, no reacciona a tiempo y choca contra un cactus.
Me quito los auriculares y me acerco a su mesa para sentarme a su costado. No debí distraerlo, iba ganando y su tiranosaurio rex acaba de sufrir una muerte abrupta por mi culpa, ¿cómo superará ahora una pérdida tan terrible?
—Perdí —anuncia y se echa a reír.
Cubro el lado derecho de mi mejilla y prolongo una carcajada. Sus ojos verdes se achinan cuando ríe, también arruga un poco la nariz y alza las cejas. Sé que me fijo demasiado en detalles que tal vez ni él mismo ha notado, pero me gusta verlo así. Pestañeo cuando creo haberme quedado observándolo durante mucho tiempo y me encuentro con sus ojos clavados en los míos.
Aclaro mi garganta, causando que se sobresalte. Me sonríe de nuevo y un cosquilleo sacude la boca de mi estómago.
—¿No había cobertura? —inquiero, a lo cual niega.
—¿Esto pasa seguido?
—Lamento informarte que sí —Dejo mi cuaderno sobre la mesa y acaricio la tapa decorada. Dentro guardo el dibujo que espero terminar hoy—. A veces pienso que es una estrategia de los profesores para esos alumnos que realizan trabajos a última hora. Tú no eres así, ¿cierto?
—Lo fui en mi pasado oscuro. —Alzo una ceja, incrédula. Presiento que su único delito ha sido robar perritos—. Pero sólo recurrí a ello una vez que olvidé redactar un ensayo sobre la Revolución francesa.
—Tranquilo, quien no hizo eso fracasó como estudiante.
—Entonces me alegra saber que por lo menos en algo no soy un fracaso.
—No digas esas cosas —sentencio con el ceño fruncido y asiente tras percatarse de mi seriedad.
—Lo siento, no tuve una buena noche.
Cuando suelta un ligero bostezo, noto que los párpados le pesan, quizá por pasársela en vela. Se revuelve el cabello y elude mi mirada. Juego con mis manos, dudosa, pero me animo a hablar.
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Dibújame entre letras
Teen Fiction«Hay sonrisas por las que vale la pena esforzarse y la tuya es una de ellas». Sebastián se ha resignado a aceptar que nunca vivirá una historia de amor como la de los libros. Por esa razón, decide centrarse en escribir y leer las increíbles novelas...