37| Un riñón por un libro

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La noche de Navidad cenamos juntos en el comedor y brindamos a medianoche

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La noche de Navidad cenamos juntos en el comedor y brindamos a medianoche. Me acogen como uno más, causando que el fulgor de su hogar me envuelva. Mamá llama a la mañana siguiente para desearme suerte con mis escritos, mas no recibo ningún mensaje de papá. Cuando regresamos a Florencia, me reencuentro con mis amigos en la universidad e intercambiamos algunos obsequios. Axel se suma a la tradición de Año Nuevo que comparto con Logan y presumo los libros que Kiara me regaló. Me dispongo a colocarlos en mi estantería, pero descubro que no poseo ninguna e improviso una repisa con tablas de madera.

Mamá me envía un regalo a la universidad, el cual resulta ser un panel de lectura, una especie de lámina de vidrio que se posiciona sobre las páginas a modo de lámpara para iluminarlas en la oscuridad. Le marco para agradecerle y esta vez nuestra charla se prolonga una hora. Antes apenas permanecíamos al teléfono veinte minutos, así que lo considero un avance.

Los resultados del concurso de arte al que se anotó Kiara salen la segunda semana de enero. Me llama ese mismo día por la tarde para contarme que no obtuvo el premio. Sin embargo, la felicito por ocupar el décimo lugar en la competencia, le sugiero presentarse en las próximas ediciones y dejo el tema allí, aunque su ánimo no decae.

La mañana de un viernes a mediados de enero durante el primer receso, Axel entra a la cafetería seguido Anthuanet. Ambos depositan delante de cada uno un sobre negro y al tomar el que me entregan a mí comprendo de qué se trata.

—Todos están cordialmente invitados a mi casa para festejar mi cumpleaños. Anthuanet me ayudó con las tarjetas —nos anuncia con una sonrisa—. Anoté mi dirección para que nos encontremos allí y salgamos rumbo al Palacio Pitti, un sitio que me encantaría visitar con ustedes. Después podemos regresar y ordenar una pizza.

—¿Visitaremos los jardines de Boboli? —Ivet guarda la tarjeta en su bolso, sin doblarla—. Siempre quise ir ahí.

—Si llegamos temprano, tendremos tiempo de sobra, ¿qué opinan? ¿Se apuntan?

—Por supuesto —afianza Logan, quien luego me señala—. ¿A quién crees que recoja Sebastián de la calle esta vez? ¿A un gatito?

Kiara suelta una risa y al estar sentado a su costado, la oigo tan cerca que se me revuelve el estómago. Lleva el cabello recogido en una coleta, de la cual se desprenden los dos mechones teñidos de verde que le caen a cada lado del rostro. Luce hermosa.

—No traeré más animales a la universidad porque después Axel deja la puerta abierta y se nos escapan —sentencio, pese a que no me arrepiento de rescatar al pulgoso—. Además, miccionan en mi ropa y cuando vengo aquí por leche, Martha piensa que busco una mascarilla para mis poros.

—Sí que la necesitas. Y yo también, para ser honesta —admite mi novia—. Aunque la única vez que intenté aplicarme una perdí la mitad de una ceja.

Noto que intenta de abrir su botella de agua y se la arrebato cuando me fijo en que le cuesta girar la tapa. La desenrosco con una servilleta y se la devuelvo, a lo cual me sonríe.

Dibújame entre letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora