34| Fuerza interior

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Cierro mi portátil tras revisar por segunda vez mi correo electrónico en busca de alguno referente al concurso

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Cierro mi portátil tras revisar por segunda vez mi correo electrónico en busca de alguno referente al concurso. No debería inquietarme, ya que apenas ha iniciado la primera ronda. Sin embargo, mi estómago se retuerce cada que me acuerdo de la competencia, motivo por el que prefiero centrar mi atención en los exámenes de fin de curso. Con Axel postergamos para esta semana nuestra lectura conjunta, pues aguardamos a que la entrega de trabajos finalizara. Para este mes elegimos leer Hasta que nos quedemos sin estrellas, una novela que nos atrapó con la sinopsis.

Ayer nos correspondía avanzar del capítulo veinte al veinticinco. Pero para cuando él se entretenía leyendo el veintitrés anoche, yo ya iba por el veintinueve. Para salvaguardar mi integridad física, me conviene que no lo sepa. Admito que me carcome cierta culpa por adelantarme, mas Axel no parece percatarse.

El olor a panqueques deleita mis fosas nasales y volteo para encontrarme con Martha, quien camina hacia nuestra mesa y deposita frente a mí el plato que pedí junto a un vaso de jugo de naranja. Al llegar arruga la frente y gira la cabeza a ambos lados, como si algo no encajara.

—¿Y su amigo el parlanchín? El chico que no aguanta callado ni cinco minutos.

—Logan fue con Ivet a un ensayo de baile.

Entiendo que le resulte extraño no verlo conmigo, andamos juntos casi todo el día, mas en esta ocasión planea contarle la verdad, por lo que amaneció bastante nervioso. No sabe cómo reaccionará y teme confirmar sus inseguridades. Compró una barra de goma de mascar antes de encaminarse al salón de danza, como siempre que algo le genera ansiedad.

—¿Por eso tanto silencio?

—También porque Axel está demasiado entretenido conversando con Anthuanet sobre su cita de hace dos días. —Lo apunto y el susodicho apenas levanta la vista de su móvil—. Como Kiara todavía no viene no tengo a nadie con quien hablar. Me aburro.

—Anthuanet y yo nos encontramos en una cafetería y después visitamos una tienda de artesanías del centro que quería conocer desde hace tiempo —relata, dejando el celular de lado por un momento—. Compré unos antifaces en descuento y ella se llevó una matrioshka.

—¿Una qué? —consulta Martha, confundida.

—Una de esas muñecas rusas que contienen otras más pequeñas en su interior. No pensé que las vendieran en Italia también.

—¿Volverán a salir pronto? Me parece que la pasaron muy bien el domingo —le sonrío y Axel me regresa el gesto—. Llegaste poco antes de que cerraran las puertas.

—Tú solo esperas a que me vaya para coger libros de mi estantería. Pero para tu información, resultó mejor de lo que creí. Estaba nervioso porque era mi primera cita.

—Y apuesto a que no será la última —le anticipa Martha—. Ambos vinieron aquí el lunes por la tarde y presiento que no has mirado de la misma forma a ninguna chica antes.

Dibújame entre letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora