43| Mi color favorito

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Después de firmar el contrato con la editorial, anuncio por redes sociales la publicación de mi libro en físico

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Después de firmar el contrato con la editorial, anuncio por redes sociales la publicación de mi libro en físico. Mi tablero de Wattpad se llena de mensajes positivos y olvido los comentarios de odio por un instante, uno que termina cuando estos vuelven a manifestarse y a ocupar mi bandeja de entrada. Mi muro solía estar repleto de reseñas que me alentaban a alcanzar mis sueños, pero eso ha cambiado. Creí que papá se equivocaba al llamarme inútil, pero quizás estaba en lo cierto.

Cuando menos reparo, mi sentimiento de libertad y confianza a la hora de escribir desaparece sin dejar rastro, se escurre entre mis dedos cual arena de un reloj. Siempre consideré a la escritura mi oasis en el desierto, mi isla tras el naufragio y mis alas para volar. Pero ahora lo único que pienso al redactar un párrafo es en las críticas que recibiré por expresarme.

Pierdo la cuenta de todas las veces que reviso el texto en un intento de encontrar algún error. Repaso los últimos capítulos de la novela y busco fallos de cohesión, gramática y coherencia sin cansancio. Me desvelo varias noches tratando de corregirlas, mas a la mañana siguiente hallo nuevas incongruencias que me obligan a repetir el ciclo. Con una taza de café humeante y una lámpara encendida, tecleo sin cesar en mi portátil.

Cierto día, mientras corrijo el capítulo treinta y dos del libro que escribo, simplemente no puedo más. Pese a que pocos circulan por el comedor a primeras horas de un lunes, escondo mi rostro entre mis manos para que nadie sea testigo de las lágrimas que derramo cuando descubro que no me merezco una editorial. Ni un libro en papel ni seguidores ni formar parte del programa de escritores estrellas de la plataforma.

«Yo no pagaría ni un centavo por esa basura. No la quiero ni regalada. No entiendo cómo una editorial tan prestigiosa aceptó publicarla. Apuesto a que pagó para ganar el concurso. Ni estudiando la supuesta carrera de Literatura durante cinco años lograría que sus historias sean mínimamente decentes».

A ese le siguen otros mucho peores. Cierro los ojos con fuerza y clavo mis uñas en mis palmas hasta sentir demasiado dolor. De pronto, sucede lo que no ocurría desde hace meses. Mi pecho se contrae, regresa la sensación de que me estrujan el corazón y se me corta la respiración. El aire escasea en mis pulmones y mis manos tiemblan al punto que me resulta imposible mantenerlas sobre mi regazo. Abandono mi asiento y escudriño mi entorno en busca de Martha, a quien no ubico por ningún lado. Debe haber entrado a la cocina.

Un mareo me asalta y caigo en mi sitio con una horrible opresión dentro del pecho. Trato de contar para calmarme, pero no consigo nada. Aun con la vista borrosa, distingo una silueta familiar acercándose a mí. La sonrisa con que Kiara venía se borra apenas repara en mi aspecto y me siento culpable por ello.

—Sebas, ¿qué sucede?

—Son demasiados. —Jadeo, en busca de oxígeno para mis pulmones—. Los comentarios de odio en mis historias no paran. No sirvo para esto.

Las punzadas en mi espalda continúan y entrecierro los ojos cuando se intensifican y en algún instante las confundo con cuchillos afilados clavándose en mis huesos. Kiara toma asiento a mi costado, quedando frente a mí, y entrelaza sus manos con las mías. Debe percatarse de lo mucho que me estremezco, pues en su rostro entreveo una notable preocupación.

Dibújame entre letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora