No paro de jugar con las manos a causa de los nervios que me produce la situación. No sé si acelerar el paso, detenerme en cualquier sitio o escaparme. Tras sopesar mis opciones, me inclino por la primera. Papá se enojaría si lo dejase plantado y huir no me servirá más que prolongar la ansiedad. Cuando era niño solía evitarlo, pues siempre terminaba menospreciándome de alguna manera. Ya sea por una mala calificación en la escuela, por el choque de nuestras ideologías o por la introversión de mi personalidad que me impedía hacer amigos con facilidad. Sin embargo, a estas alturas ya estoy cansado de esconderme. Iré a enfrentar el problema, rehuirlo solo lo provocará que crezca descomunalmente.
Logan se ofreció a acompañarme a la cafetería donde pactamos el encuentro, la cual queda a unas calles de la universidad. Me sentí mal por rechazar las galletas que quiso invitarme, pero de aceptarlas, seguro que mis náuseas hubieran aumentado. Me revuelven el estómago a tal punto de que, incluso mi comida favorita, me ocasiona asco en este momento.
—Tranquilo, todo saldrá bien. —Termina el paquete y lo guarda en su chaqueta para desecharlo luego—. Puedo esperarte afuera si quieres.
—Gracias, pero no hace falta. No sé cuánto tarde.
—Si deseas salir de allí y se te dificulta librarte, llámame para venir por ti —me ordena. Por la seriedad de su tono, parece hablar en serio—. Ahora repite después de mí: «No soy ningún inútil. Valgo más que lo que mis padres quieren hacerme creer y merezco cumplir todos mis sueños». —Obedezco entre risas. Agradezco que trate de calmarme—. «Le compraré un nuevo esmalte a Logan por ser el mejor amigo».
—Buen intento, pero aguarda a Navidad. No me queda mucho presupuesto para comprar dos regalos.
—Mis colores favoritos son el negro y el azul. No lo olvides.
—No lo haré —le aseguro. Suele combinar esos colores en su ropa muy a menudo—. Recuerdo hasta tu talla de bóxer.
—Volverás a obsequiarme ropa interior amarilla para la buena suerte en Año Nuevo, ¿no?
—Solo si me regalas otro USB.
—Sí que te gustó el de Elmo, ¿de qué quieres ahora? ¿Del Comegalletas?
—Cualquiera estará bien —desdeño, encogiéndome de hombros—. A caballo regalado no le miro el diente.
Nos acercamos cada vez más al lugar, por lo que introduzco las manos en mis bolsillos, inquieto. Probablemente mis padres ya se localicen allí, pese a que acordamos vernos a las cinco y aún faltan quince minutos. Mi amigo pestañea con desconcierto, pues no comprendió el refrán.
—No entendí lo último. Explícame, soy lento.
—Me conformo con lo que salga de tu corazón. Si es que tienes uno, claro.
—Todavía conservo el mío, pero pienso entregárselo a alguien cuando sea el momento.
—¿Y ya encontraste a esa persona? —Descubro que lo he tomado por sorpresa cuando se revuelve el cabello—. Tomaré tu silencio como un «sí».
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Dibújame entre letras
Novela Juvenil«Hay sonrisas por las que vale la pena esforzarse y la tuya es una de ellas». Sebastián se ha resignado a aceptar que nunca vivirá una historia de amor como la de los libros. Por esa razón, decide centrarse en escribir y leer las increíbles novelas...