33| Cómo transmitir una lucha

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Las lágrimas se deslizan por mis mejillas mientras que mi vista permanece clavada en la última línea

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Las lágrimas se deslizan por mis mejillas mientras que mi vista permanece clavada en la última línea. Desearía que se tratara de una pesadilla. Lanzo el celular sobre mi cama justo cuando la pantalla se ilumina en una llamada entrante, la cual no contesto. No desataré mi furia con él ahora. Sigo sin asimilar el desenlace de su historia. Los emoticones de corazones rotos de los antiguos lectores y el pañuelo que Axel afirmó que necesitaría cobraron sentido en los últimos capítulos, los mismos que destrozaron mi corazón.

Ahogo un sollozo en mi almohada y resoplo porque mi móvil continúa sonando. Ni siquiera me deja entristecerme tranquila. Esto no se quedará así. Me froto los ojos y atiendo el teléfono.

—¿Qué quieres?

—Primero que nada, buenos días —me saluda y mantengo mi ceño fruncido—. Vi tus comentarios en mi novela y me preguntaba si requerías soporte emocional para sobrellevar el final. Es parte del servicio.

—¿Crees que me apetece verte la cara?

—Puedo llevarte una caja de donas con glaseado de chocolate si gustas. Nunca rechazarías algo así. También podemos salir a pasear por... —Guarda silencio al no obtener una respuesta—. ¿Estás bien?

—Tu historia ha tirado abajo la poca estabilidad emocional que me quedaba, ¿¡tú qué piensas!? —Elevo mi tono de golpe y lo imagino apartándose el móvil del oído—. ¿¡Que estoy contenta!? ¿¡Que le sonrío al mundo!? ¡Lo mataste! ¡Eres un cínico!

—Lo hice para dejar un mensaje —intenta defenderse el desgraciado sin escrúpulos.

—Pues me importa un pepino tu maldito mensaje. Revívelo.

—¿Me estás pidiendo que convierta a mi personaje en un zombi? —bromea el insensible—. Porque si resucita como uno, transformaré mi novela juvenil en una de terror.

—¡Sabías que estaba enamorada de él! ¡Era el amor de mi vida!

—Crees que el protagonista no puede morir porque narra la historia. Pero no es así, Kiara.

—¿Y tenías que enseñármelo a las malas? ¡Lo amaba más que a nadie en el universo!

—¿Y dónde quedo yo? —reclama y ruedo los ojos cuando va tumbarme en la cama—. Que la protagonista femenina tenga tu segundo nombre no te hace la novia de mi personaje masculino, ¿estamos de acuerdo?

Escucho una ligera carcajada del otro lado y, aunque reconozco que no habla en serio, me cruzo de brazos.

—No. Dentro de un rato cambiaré mi estado civil de soltera a viuda en Facebook y me darás tus condolencias. Si tus lectores planean quemarte vivo en una hoguera, apoyaré la iniciativa.

—Pero no te enojes conmigo, ¿qué culpa tengo yo de que...?

—Jamás he llorado por un libro, ¿entiendes? —lo interrumpo tras expulsar un suspiro—. Los que leí hasta ahora me han enseñado y aconsejado. Me sacaron sonrisas y me marcaron a su manera. Pero ninguno logró que sintiera la historia tan a flor de piel como el tuyo. Penetró tanto en mí que presiento que lo conocí, que viví todos los capítulos con él, que fuimos amigos y que en última instancia surgieron nuevos sentimientos. Por eso me duele muchísimo cómo terminó todo. No lo esperaba.

Dibújame entre letrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora