Capítulo VI: Límites

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- Sr. Barber – dijo Giselle tocando la puerta.

- Pasa, Giselle – le dije, ella lo hizo.

- Ya es la hora del refrigerio.

- Gracias por hacérmelo recordar y por favor, ya no toques la puerta, puedes entrar cuando quieras.

- De acuerdo, Sr. Barber – me respondió para darme una pequeña sonrisa – ¿necesita qué haga algo por usted antes de irme a almorzar? – muchas cosas, pensé en el lado más oscuro de mi mente.

- Sí ¿qué te parece llamarme Andy? – ella me sonrió.

- Recién voy dos días trabajando para usted, Sr. Barber ¿no es muy pronto para llamar a mi jefe solamente por su nombre? – preguntó divertida mientras se sentaba en el sofá frente a mí, cruzando sus piernas, tragué saliva, demonios, me moría por acariciar y besar esas piernas.

- Bueno, en tan solo dos días me has demostrado que tienes mucho potencial.

- Entonces ¿es un premio llamarlo Andy? – dijo vocalizando mi nombre, sus labios se ven jodidamente sensuales pintados de cualquier color.

- Sí, digo no – ella rio suavemente – creo que puedes llamarme así para tener más confianza – ella alzó las cejas – ósea por nuestra relación de asistente y jefe.

- ¿Acaso hay otro tipo de relación entre nosotros, Sr. Barber? – preguntó inocentemente.

- No, pero más adelante, quizás sí – ella seguía sonriendo mientras me oía atentamente.

- ¿Y cuál sería esa relación que podría surgir entre nosotros, Sr. Barber?

- Pues, la de amigos ¿acaso no le interesa ser mi amiga, Giselle? Diana, mi ex asistente, era una buena amiga y lo sigue siendo.

- Bueno, yo no soy Diana, Sr. Barber.

- Eso lo tengo muy claro, Giselle – dije admirándola de pies a cabeza – ¿o le parezco una mala amistad? – ella rio ligeramente.

- Claro que no, Sr. Barber – se paró y caminó hacia mí, un millón de ideas se atravesaron por mi cabeza, se paró frente a mí – quizás más adelante pueda llamarlo Andy, pero por ahora no, llamarlo así me trae recuerdos totalmente inapropiados para nuestra relación laboral – dijo sin rodeos, mi vista se posó en sus caderas perfectamente marcadas por su ajustada falda, quería tomarla de ahí y hacer que se siente sobre mí para besarla desesperadamente.

- A mí igual, Giselle, pero dije que haría borrón y cuenta nueva – respondí bajo la hipnosis de su mirada, ella asintió tranquilamente – y no digo que la olvide porque haya estado mal, de hecho, estuvo excelente – ella alzó las cejas sorpresivamente, debía callarme o esto terminaría con Giselle apoyada sobre mi escritorio llamándome Andy – mejor solo sigue llamándome Sr. Barber, y ve a almorzar, Giselle.

CULPABLE (CON ANDY BARBER)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora