Capítulo 29: Sentimientos por dos

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El trayecto a Suna fue muy diferente que la ultima vez, como era de día yo logre admirar la hermosa fauna. El expreso recorrería los bosques de Konoha hasta adentrarse en el País de los Ríos. Este lugar era una área selvática y boscosa con grandes acantilados donde pasaban embravecidos ríos. Pegué mi cara al vidrio de la ventana cuando cruzamos un puente con una altura de unos veintes metros, vi como el agua de un afluente corría con fuerza, las ramas de las grandes seibas estaban alineadas a lo largo de las vías del tren. Voltee a ver a Temari, ella esta de piernas cruzadas leyendo un libro. Seguramente ya estaba acostumbrada a la vista, yo me senté bien en mi puerto y apoye mi codo a la ventana para estar mas cómoda. A medida que avanzábamos el exterior se volvía menos boscoso, hasta entrar en el desierto. La rena saltaba como polvo del vagón en consecuencia de las ruedas sobre los carriles. El sol apremiaba con su intensidad característica. Vi como pasábamos de la arena a un área algo rocosa y nos mantuvimos así por un largo tiempo. Una hora de llegar a nuestro destino el sol comenzaba su descenso en el oeste. Vi las altas murallas de Sunagakure. No dejaba de impresionarme. Esta vez entramos por la angosta brecha de la muralla, esta era custodiada por lo mínimo una docena de oficiales, los cuales me pidieron mis papeles de identificación y mi motivo de visita. Temari le entrego unos documentos y el guardia hizo una pequeña reverencia antes de dejarnos entrar.

Kankuro nos esperaba en la estación en Suna. Al verme me abrazo hasta alzarme del suelo, Temari le reprendió por tomarme de esa forma, pero yo no dije nada, me limite a sonreír abiertamente. Kankuro tomo mi maleta más grande y la de la rubia antes de echarnos a andar fuera del andén.

Eran poco más de las cinco de la tarde y domingo, la villa estaba vacía a estas horas, la faena comenzaba en dos horas cuando el astro no se alzará en los cielos porque aún a estas horas el sol no daba la menor tregua en esta parte del planeta. Caminamos a lo largo de los edificios siempre buscando estar bajo el amparo de las sombras, unos quinces minutos de estar caminando los tres nos detuvimos en un edificio, su fachada como la mayoría de las estructuras en la villa era de un terracota, al entra en el lobby deje escapar un suspiro, el interior estaba fresco, casi llegando a lo gélido, deje mi mochila en el suelo mientras esperaba que Temari extrajera unas llaves de su cartera.

— ¿Lista para ver tu nuevo piso? —me pregunto Kankuro mientras reía a medio lado.

—Este es tu buzón —dijo Temari, abriendo una de las diez pequeñas cajas metálicas ancladas en la pared derecha del lobby.

Yo asentí en silencio mientras la veía probar la llave del buzón, abriéndolo y cerrándolo. Entonces los tres subimos al primer piso, luego al segundo piso, tercero, cuarto y por último el quinto piso. Me percate que había diez apartamentos, dos en cada nivel. Temari abrió la puerta de madera, y me indico que entrara primero. Sentí mi corazón pulsar en mis sienes, no sabía si era por el esfuerzo al subir las escaleras o la emoción de ver el lugar donde viviría.

La residencia era lo suficientemente grande para una familia de tres. En la entrada estaba el recibidor para dejar los zapatos, este era una diminuta área, pero a tan solo un paso, la sala era la primera área y al fondo el comedor con dos ventanas redondas que daban al oeste. A mano izquierda detrás de un arco sin puerta se encontraba la cocina. A mano derecha un pasillo comunicaba el baño y dos habitaciones una más amplia que la otra. La habitación principal y la que estaba al final del pasillo tenía una ventana circular con vista al centro de la ciudad, desde ahí se alcanzaba ver una parte de la torre del Kazekage.

Era increíble todo este espacio solamente para mí, en mi mente yo estaba preparada para una simple habitación con baño compartido entre otros residenciados. Kankuro mencionó que el apartamento fue escogido especialmente para mí. Ahora que me percataba, desde el comedor vería los atardeceres como lo hacía en mi casa.

Tus mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora