Capítulo 32: Mi hogar

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Era mediado de junio, y el sol en este país del viento parecía odiar todo. Creí que me moriría al salir por dos minutos a las calles durante mi guardia diurna en el hospital. Las vacaciones de verano habían comenzado en Konoha, así que no tendría que hacer los largos viajes a mi aldea por un tiempo, sin embargo, Ino me prometió venir a visitarme a final de mes, pasaría una semana aquí con Sai; ambos por supuesto se quedarían conmigo, y para hacer aún más amena la estadía yo les comunique que podríamos ir a los oasis. Tenía cuatro invitaciones para un fin de semana en los deliciosos spas ubicados en los oasis de Suna. Pensé en invitar a Kiba pero él estaba ocupado practicando para una audición muy importante que podría darle un papel en un dorama.

Pregunté a Shino si quería unirse, pero también fui rechazada, él estaba de vacaciones en los bosques del este de Konoha, en la casa de campo de su familia. Rock Lee parecía súper alagado pero con lágrimas en los ojos dijo que ya tenía planeada todas sus vacaciones, Maito Gai su padre y él irían en una excursión a los Alpes de Kumogakure, Chouji se les uniría, no para entrenar pero para visitar a una desconocida que parecía haber robado su corazón. Pensé en Naruto pero invitarlo a él y sin Hinata era poco cortes, lo descarte, igual que a Ten-Ten y Neji. Shikamaru también se negó porque ya tenía planes y yo de inmediato arme cavos, cierta hermana, de cierto Kazekage era en parte la causa de la apretada agenda del joven.

Mientras me vestía con mi ropa casual en el vestidor del hospital, pensé en Gaara, no estaba segura de invitarlo, un spa era algo un tanto íntimo. Estos últimos meses nuestra relación había mejorado bastante, nos vimos un par de veces, aquí en el hospital y otra en el invernadero, las cosas en la villa lo mantenían realmente ocupado pero con la nueva mesa de consejeros y dirigentes el pelirrojo logro muchos avances en sus planes por mejorar el país.

Salí del planten despidiéndome de las enfermeras, abrí mi sombrilla para cubrirme del sol, pero aun con este instrumento las altas temperaturas asfixiaban mis pulmones. Comencé a trotar con la esperanza de alcanzar mi objetivo el cual era llegar a mi apartamento, en mi afán de correr con la sombrilla, en un recodo me di de porrazos con alguien.

—Auch —dijo la voz de un hombre— ¡Oye! Mira por donde caminas. —Yo aparte la sombrilla para ver a quien había golpeado.

—Disculpé —dije y un hombre de tal vez unos treinta años me vio con el ceño fruncido mientras se apretaba la nariz.

Su expresión ponzoñosa cambio a una de sorpresa o curiosidad. No sabía decir exactamente qué fue lo que vio en mí, pero una sonrisa se curveo en sus labios.

—Está bien, no pasa nada —dijo mientras se revisaba que no estuviera sangrando su nariz—. Ves. Todo bien, no hay sangre. —Me mostro sus manos limpias.

Su piel era nívea y su cabello peinado con gel hacia tras mostraba un gris pálido. Llevaba puesto una camisa abierta hasta la mitad de su abdomen y sobre este una capa típica de esta región.

—De todas formas, discúlpeme —dije—. Ahora si me disculpa, debo irme, tengo un compromiso importante —mentí para alejarme lo más pronto posible de ese extraño hombre.

—Claro, que Jashin-sama cuide tus pasos —agrego con una sonrisa. Capte que de su cuello guindaba un collar en plata con la forma de un círculo y un triángulo dentro de este.

¿Qué rayos era Jashin-sama? Yo seguí caminando ignorando como las amatistas orbes de aquel desconocido me atisbaban con suficiencia, como lo haría un gato al ver un diminuto ratón.

Demonios, estas súper paranoica. Dijo mi Inner.

Sí lo estaba. Y honestamente esperaba que todo estuviera en mi cabeza. Porque allí nada iba a lastimarme.

Tus mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora