Capítulo 10: Infiltración.

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Notas del autor:

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Los exámenes comenzaron y Gaara no asistió a ninguno. Pero nada de eso me extraño, porque yo conocía la verdad sobre él. No podía comentarle a nadie, ni siquiera a Ino aunque me dolía dejar a mi mejor amiga en la sombra. Sin embargo, la confesión de mi primera vez no era un secreto estrictamente censurado. Él día que se lo confesé, ella me tomo del brazo y me llevo a un café para sentarnos a hablar. Entre carcajadas y bochornos pasamos una tarde de chicas. Reconozco que fue difícil no contarle toda la historia de que estaba saliendo con el mismísimo Kazekage, pero descubrí un talento para disfrazar la verdad que no sabía que poseía.

La primera semana de exámenes me tuvo tan ocupada que apenas y me percate que faltaban unos días para que mi novio volviera. Gaara estaría en Konoha el viernes y el martes Neji y Ten-Ten se casarían. Aun me restaban tres exámenes esta semana, planear una infiltración y tener la más deliciosa visita durante el fin de semana. Con tanto entre manos mi cabeza no se detenía en ningún instante.

Para el miércoles estaba de nuevo disponible, sin agotadores exámenes y lo que hice fue reunirme con Ino. Me quede a dormir el jueves porque no tendríamos clases al día siguiente. El viernes temprano al volver a mi casa Gaara me esperaba sentado en el sofá bebiendo té. Después de nuestro primer encuentro yo le di una copia de la llave de mi casa, así si pensaba volver antes de lo planeado, no tendría que esperar afuera.

— ¡Gaara! —dije mientras me echaba entre sus brazos— ¿Por qué no me dijiste que estabas aquí? Yo pensé que llegarías en la tarde.

—Pensé en sorprenderte, pero el sorprendido fui yo al darme cuenta que no estabas en casa.

—Lo siento, dormí en la casa de Ino.

Me separe un poco para verle al rostro. Sus oscuras ojeras estaban profundas y más marcadas de lo usual. ¿Cuántos días sin dormir había estado? Él me acaricio el cabello y me beso la mejilla. Yo le bese de vuelta y apeándome le lleve de la mano hasta la recamara.

Ambos nos metimos en la cama, él deposito su cabeza en mi regazo y yo dulcemente le mime hasta que él cayo dormido. Era como un niño, verlo tan tranquilo me recordó cuando mi madre me consentía de la misma forma. Un resuello escapo de mí al recordar a mis padres, pero no deje que la melancolía me abatiese, porque en este momento Gaara yacía junto a mí y nada podría ser mejor que esto.

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A medio día el almuerzo estaba servido en la mesa. Una hora y media en la cocina me sirvieron para hacer sopa de miso, camarones en tempura, arroz y ensalada. No era la mejor cocinando, aunque esperaba que Gaara apreciara el esfuerzo más que el sabor. Él llevaba media hora despierto, sentado en la sala hablando por teléfono asuntos de índole familiar. Al parecer su hermana le amonestaba por algo que yo no lograba descifrar. Arrugué mis labios porque temía que la tirria de su hermana fuera por mi causa.

Ambos nos sentamos a la mesa y comenzamos a comer. Yo alzaba la mirada de mi plato de tanto en tanto para ver su expresión y tratar de sacar alguna conclusión sobre mi talento culinario. Pero su máscara impertérrita no permitía entrever nada.

— ¿Está todo bien con tu hermana? —pregunte.

—Sí. Ella está algo sorprendida de mí llegada a Konoha.

— ¿Ella no sabía que volverías a Konoha?

Gaara dejo los palillos sobre el tazón de miso y alzo la vista para verme.

Tus mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora