Capítulo 38: Juego de máscaras

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Sakura Haruno

Horas antes de la emboscada.

Me encontraba en mi celda, estaba oscuro y hacia un calor de infierno; nada de eso me importo. Me hallaba sentada en el colchón, podría estar llorando pero ninguna lágrima salió de mí. Hacia menos de una hora vi a Itachi, su expresión impertérrita era como la recordaba, nada se reflejaba en aquellos oscuros ojos.

Jugo conmigo como una pieza de tablero, sus mentiras iban más allá de cualquier sospecha, él era un maestro en este juego. Sonreí con diversión, no existía forma de acusarme o culparme en creerle porque Itachi simplemente eran tan malditamente bueno en esto que mi única forma de no creerle es leyéndole la mente.

Me dolía, debía admitir que mi pecho dolía mucho. Recordé al Itachi en el hospital, aquel que me veía de soslayo con un libro en la mano. Entonces el Itachi que intentaba conquistarme, reviví nuestro beso la noche de navidad, recordé su expresión al verme en el hospital de Suna.

Me agarré la cabeza y enterré mis uñas en el cuero cabelludo, esto estaba mal, todo era una maldita mentira. Itachi simplemente fue más allá que cualquiera, la mentira de Gaara era una trivialidad comparada con esto. Ayude a un Akatsuki, le atendí con mis propias manos, me acosté con él y lo peor es que me enamore de él.

Gaara era el calor de un hogar, sus brazos me brindaban la misma sensación de confort que mis padres me daban cuando era pequeña. Sin duda alguna le quería, y mucho, demasiado como para unir nuestras vidas, formar una familia, pero debía de ser honesta, y la verdad era que Itachi me envolvía y consumía completamente. Como un gran pozo de aguas oscuras, su sola voz me estremecía, sus manos hacían vibrar mi cuerpo, hecho para mi gusto.

Trascurrieron unas horas antes de que Hidan apareciera. El temor que él me infundada cada vez que se asomaba en el umbral de mi celda ya no me acedía, no le temía, el shock que vivía en este instante eran tan grande que nada lograba atravesarme, porque sinceramente no me importaba que ocurriera conmigo, sabía que debía pelear, que necesitaba pensar claramente. Todos esperaban mi regreso, y no era como si yo deseara morir, pero mi cerebro no procesaba las cosas normalmente, es como percibir que el estómago necesita alimento y no tener hambre.

Hidan me saco de mi celda, me dio unas botas de hombres y me quito el grillete. Yo me coloque los zapatos, él se puso de cuclillas y me dijo que saldríamos de paseo. Su rostro mostro una sonrisa amable y divertida, era como ver a un niño feliz por salir a pasear. Le vi sin demostrar sentimiento alguno. Camine fuera de aquel cuarto, por un pasillo angosto, el aire era más fresco que en mi claustrofóbico cuarto. Al final del pasillo ascendí una escalera y escuche el sonido de insectos, luego observe una tupida selva rodeándonos. El aire era húmedo y caliente, Hidan me rodeo la cintura y me obligo a moverme. Me dijo que cambiaríamos de guarida, me prometió una mejor celda y mejores atenciones en el siguiente "Hotel".

Kisame, Deidara, Kabuto y Mukade con Tori estaban con nosotros. No vi a Pain con sus cincos hombres de cabellos naranjas, ni a la mujer, los gemelos o Itachi. No sabía a donde me llevaban, mis manos seguían atadas con las esposas. Caminamos entre los árboles; sin sendero alguno, mi caminar era torpe porque las botas eran tres tallas más grandes que mis pies. Hidan me sujetaba por la cintura, caminaba a su ritmo, él apartaba cualquier rama de por medio y en varias ocasiones casi me caía de boca, pero antes de siquiera perder el equilibrio mi captor me enderezaba y ponía de pies.

—Cuidado conejita, no te vayas a lastimar —me susurro en el oído.

Odiaba estar tan cerca de ese hombre, aunque forcejear sería contraproducente, debía estar atentan, si tenía mucha suerte quizás lograría encontrar una forma de huir.

Tus mentirasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora