✨Bilogía mi necesidad.✨
Ambos libros están en este mismo espacio.
1- Creo que te necesito. Y 2- Te necesito.
Dos caminos distintos se conectan para unir personas con algunos puntos de vistas diferentes. A pesar de que ambos tienen muchos planes, enc...
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Anaya Cooper:
No podía creer que estaba esperando a ese chico. Ni siquiera sabía su nombre, pero ahí estaba, sentada en un parque, hasta que llegara la hora en la que lo llevaría a su casa.
Estar indignada por su actitud provocó que pensara en él, en el castaño de su cabello corto y en el azul de sus ojos. Cuando se acercó a mí, noté que su altura sobrepasaba la mía. No era fornido, incluso era bastante delgado, pero no como yo, que era de un delgado enfermizo.
Me regañé en mis adentros por recordarlo con tanta exactitud y por gustarme lo que en mi mente se reproducía. Pero aparté todos esos pensamientos y me recordé que era horrible y que lo odiaba.
Me puse de pie, estirando mi cuerpo, y empecé a caminar de un lugar a otro. Me arrepentí por la disciplina de esperarlo en un parque en vez de ir a dar una vuelta o algo así.
Fui hacia una pequeña tienda y compré varias botellas de agua, hielo y un poco de comida, luego fui a mi coche, comí y dormí un rato.
Cuando me desperté, sentí todo el cansancio apoderarse de mi cuerpo, así que regresé al banco en el que estaba sentada. Empecé a mirar de un lugar a otro mientras me bebía una botella de agua. Faltaban varios minutos para que fueran las cinco, y permanecí sentada un poco más.
Después de un par de minutos, mis ojos se enfocaron en una chica. Algo en ella capturó mi atención, tal vez porque la desconocida no dejaba de mirar de un lado a otro, como si estuviera nerviosa. Cuando pensé que las cosas no se pondrían más extrañas, la vi ocultarse detrás de un árbol.
Sabía que no era educado mirar a los demás, pero su extraña actitud me hizo olvidar mis principios.
La chica me estaba dando la espalda y pude notar el lacio y castaño de su cabello largo. Llevaba puesto un vestido blanco con rosas rojas, que se ajustaba a su cintura, pero la falda era desahogada.
La chica dio un salto y salió de su escondite, se empezó a rascar los pies y chocó con un chico. El chico permaneció de pie, pero ella cayó al suelo.
No debía reírme, pero no había nada mejor que ver a las personas sufrir por las tardes. Sentía vergüenza ajena, pero no dejé de mirar y tampoco fui a ayudarla.
Mi alegría aumentó cuando la chica logró ponerse de pie, pero una ardilla salió de un árbol, y la chica, al verla, saltó y cayó encima del pie del chico, este empezó a dar saltos en una pierna y fue a sentarse en uno de los bancos del parque.
Cuando se sentaron, pude ver sus rostros, el chico estaba furioso y ella, avergonzada.
Disfruté mucho de la vista que me estaba ofreciendo la naturaleza, pero mi celular vibró con el recordatorio de que tenía que regresar hacia el lugar en el que dejé al insoportable.
Me encaminé hacia mi coche, pero antes de subirme, di una ojeada a la torpe chica y la vi tocándole el pie al chico deportista.