Capítulo 10

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Anaya Cooper:

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Anaya Cooper:

Los tres éramos diferentes.

Si hablábamos de relaciones amorosas: la que más libertad tenía para tener novios era Trina. Samuel prefería lo tradicional, un noviazgo que durara toda la vida y todas esas tonterías amorosas. Yo, en cambio, no quería nada, ni novios y mucho menos una familia.

Si hablábamos del exterior, también éramos bastante diferentes.

—Su nombre es Sofía —sus ojos empezaron a brillar—. Tiene el cabello rizado, color negro como el mío, su piel es morena, y Dios sabe cuánto me gusta. Es buena en la actuación, y lo mejor de todo es que nos conocimos cuando el maestro nos pidió que realizáramos una escena de miradas de enamorados. Su mirada pareció sincera, y la mía también. Cuando vi esa química, me pregunté: ¿Es buena actuando o le gusto? Así que me lancé, y ya somos novios.

Trina empezó a lloriquear y a sonarse la nariz con una blusa azul (me propuse no volver a usar esa blusa). Mis ojos se humedecieron, pero como no era una llorona, me los sequé antes de que lo notaran.

—Eso fue —se sonó la nariz— hermoso —una vez más—. Nunca te hubiera escuchado ser tan cursi —sorbió de la nariz—. Eres tan lindo. Si no tuviera novio, te besaría, y haría que terminaras con la chica esa para que seas mío.

Mis cejas se dispararon hacia arriba.

—Eso sonó raro, Trina —Samuel hizo una mueca de desagrado.

—Kartunzel —le agarré el hombro—, no estás en las mejores condiciones para hablar.

—Obligaré a Oscar a que me diga cosas así.

—¿Quién es Oscar? —inquirí.

—Es mi nuevo novio.

—Bueno, Sapicienta no se las está diciendo a la chica, nos lo está contando a nosotras —señalé con el dedo índice, alternando el movimiento entre ella y yo—, sus amigas. Tal vez Oscar se lo dice a sus amigos.

—No me arruines el momento. Estoy debatiendo cómo amenazarlo, si con un cuchillo o con un tenedor.

—¿En menos de dos minutos? —pestañeé varias veces, sorprendida.

—Mi mente funciona rápido ante la maldad —se encogió de hombros y volvió a sorber de la nariz.

Samuel estaba en un curso de actuación, entró porque no encontraba qué hacer en su tiempo libre. Era atractivo y todo, pero siempre prefería mantener su dinero bajo perfil. Y siempre prefería pedir un taxi o que yo lo llevara. Su coche tenía más polvo que el cerebro de Alissa.

Ay, no debí decir eso.

—Ya hablamos de mí, ahora hablemos de Trina.

—¿Qué tengo yo?

Creo que te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora