Capítulo 14

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Estuve preparándome durante cinco minutos para entrar al salón de rehabilitación, todavía no sabía cómo empezar la conversación, pero era el día de hacerlo

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Estuve preparándome durante cinco minutos para entrar al salón de rehabilitación, todavía no sabía cómo empezar la conversación, pero era el día de hacerlo.

Respiré hondo por milésima vez y entré.

Jensy estaba sentado, mirando hacia abajo. Era extraño verlo alejado de la ventana, pero las cosas se tornarían más extrañas cuando le confesara todo.

—Buenos días, Jensy.

Ni siquiera levantó la cabeza para mirarme, y tampoco se molestó en saludarme. Me enfoqué en sus manos, estaba sujetando su celular, solo que no pude ver lo que él estaba observando.

Tragué saliva con fuerza, puse mi bolso en una silla y empecé a juguetear con mis dedos.

—Hoy... hoy quiero hablar contigo de algunas cosas.

Mi garganta estaba seca. Con Mark fue más sencillo, pero no sabía qué iba a suceder entre Jensy y yo.

—Jensy, yo...

—No lo soporto más —murmuró, y solo con eso mi corazón se achicó.

—¿Qué? —fruncí el ceño—. ¿Qué no soportas?

—¿Hasta cuándo, Anaya? —levantó la cabeza.

Hubiera preferido que me ignorara todo el día y no que me mirara de esa forma, estaba tan herido. Sus ojos estaban enrojecidos y húmedos, y las ojeras habían regresado.

Intenté buscar en sus ojos el significado de sus palabras, pero no encontré nada, además de dolor.

—¿Hasta cuándo qué? —pregunté en un susurro, confundida.

—¿Hasta cuándo seguiremos con esto? —se puso de pie.

Esa mirada...

—N-no entiendo de qué estás hablando —me hubiera encantado apartar la mirada de sus ojos, pero no podía hacerlo.

—Actuando como si el nosotros existiera, como si todo estuviera bien.

Sonrió. La misma sonrisa que me rompió el corazón apareció en sus labios, esa sonrisa triste que me dedicó cuando nuestra relación se terminó.

—¿Qué?

Humedeció sus labios, como si con eso iba a lograr hablar con claridad.

—Podemos... Podemos ser felices. Podemos, pero no juntos —una lágrima se deslizó por su mejilla—. Esas fueron tus palabras.

Abrí los labios, pero las palabras se quedaron atascadas en mi garganta, y las lágrimas empezaron a fluir.

—Todos se van, me dijiste —continuó—. Te aseguré que no me iría. No me quería alejar de ti, mis planes eran quedarme contigo, ser feliz contigo, pero decidiste terminarlo todo. ¿Por qué?

Creo que te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora