Capítulo 22

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Anaya Cooper:

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Anaya Cooper:

Pasaron dos semanas desde que decidí salir de compras. Sí, era un caso perdido.

Le informé a mi padre que usaría mi tarjeta de crédito, y mi padre me recordó que no necesitaba pedirle permiso para hacer compras.

Entramos a muchas tiendas, observamos casi todos los vestidos de dichos puestos, pero no me gustaba nada. Los vestidos no eran lo mío, y ni siquiera sabía cuál sería el adecuado para el cumpleaños de una señora de cien años.

No lo voy a negar, esa edad es algo que merece celebración. Ojalá mis abuelas hubieran llegado hasta ese logro.

—Recuérdame no volver a salir de compras contigo —expresó Samuel, cansado.

—Es que los vestidos son feos —gruñí.

Trina me agarró del brazo, apretándome bastante fuerte.

—Los vestidos no son feos, tú eres la fea, asquerosa, cerda, cochina, ignorante... —me dijo Trina.

—¿Y a ti qué te pasa? —le pregunté, zafándome de su agarre.

La única forma de que Trina hablara así, era cuando alguien decía algo que no le agradaba, cuando le decían su nombre completo, cuando estaba indignada o por gusto. Ya era normal ese vocabulario en ella.

Pero me sorprendí porque yo solo critiqué los vestidos.

—No te vuelvas a meter con los vestidos.

Cierto, Trina solo usaba vestidos.

—Lo siento, diseñadora de moda —rodé los ojos.

En realidad, diseñar ropa era algo que mi mejor amiga amaba. Dibujaba sus creaciones desde que cumplió los trece.

—Bien —gruñó—. Sigamos buscando.

Salimos de la tienda, porque en la que estábamos no había nada que me gustara, y nos dirigimos a otra. No sé a cuántas tiendas entramos, pero recuerdo que nos quedaban pocas opciones.

Empezamos a mirar de un lado a otro, tratando de decidir en cuál tienda entrar (de las pocas tiendas que nos quedaban). Y en la entrada de una, vi a Jenny con un chico alto, de piel bronceada, cabello castaño y me pareció guapo.

Me acerqué a ella para conocer a su enamorado o novio, y mis amigos me acompañaron.

—¡Jenny! —grité.

—¡Ana!

Corrió hacia mí y me abrazó con fuerza.

—Qué gusto verte —chilló—. ¿Qué haces aquí? Bueno, luego me cuentas. Hay alguien que quiero presentarte.

—Espera, espera —la detuve—. Estos son mis mejores amigos, Trina y Samuel.

—El burro de último —dijo Trina—. Mucho gusto, Jenny.

Creo que te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora