Capítulo 12

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Anaya Cooper:

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Anaya Cooper:

Todos mis músculos se tensaron, y mis cejas se elevaron. Los chicos miraron hacia donde estaba él, y yo me quedé inmóvil.

Sabía que estaba detrás de mí, que me estaba observando, que quería que lo mirara, que le hablara. Lo sabía, pero no quería hacerlo. Bueno, sí quería, pero me tomó desprevenida.

Todas las miradas se posaron sobre mí, y no hacía falta hacer un análisis profundo para saber que estaban esperando una explicación que yo no estaba dispuesta a dar.

Varias semanas habían pasado desde que conocí a Jensy, y no les había hablado de su existencia a mis amigos. No tenía razones para hacerlo, ya que estaba dispuesta a no volverlo a ver.

Estuve pensando en mirar a Samuel, pero podría pensar que quería que espantara al Saco de pulgas, así que me giré con lentitud, y lo primero que vi fue su mano, luego fui subiendo la mirada y me detuve cuando nuestros ojos se encontraron.

Tragué saliva.

—Jensy —dije en voz baja.

—Anaya —dijo, aliviado.

Supuse que esa perfecta pronunciación de mi nombre se debía a que estuvo practicando. Me encantó cómo sonó.

—Y-yo... —balbuceé.

—¿Podemos hablar? —preguntó, como si fuera una súplica.

Miré a mis amigos, y en sus ojos se notaba toda la confusión que no podían expresar con palabras, pero no tenía tiempo para explicarles la situación, mejor dicho: no sabía cómo explicarla. Así que les dediqué una mirada significativa, y ellos asintieron.

No solo Jensy y Jenny tenían sus miradas y gestos significativos, mis amigos y yo sabíamos cuándo uno de nosotros necesitaba hacer algo sin que lo dijera con palabras.

—Pediremos un taxi —expresó Samuel, serio.

El tono de su voz me demostró que estaba metida en problemas, que Samuel me daría un discurso bastante largo o que me castigaría por no hablarle de Jensy, pero actué como si no pasara nada, no iba a demostrarles a los demás el significado tácito de esas tres palabras.

—Hasta luego.

—Fue un placer conocerte —expresaron las chicas.

No fue tan desagradable estar con ellas, y el hecho de que Elena diera tanta vergüenza ajena me alegró la tarde, pero era hora de enfrentar al chico que estuve ignorando sin siquiera darle una explicación.

Me puse de pie y me fui con Jensy.

***

Durante todo el camino, no me dijo ni una palabra acerca de por qué le dejé de hablar y, no lo voy a negar, eso me resultó sospechoso y sorprendente a la vez. Se supone que en esos casos se le tiene que reclamar a las personas, pero tal vez yo no le importaba tanto.

Creo que te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora