Capítulo 9

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Anaya Cooper:

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Anaya Cooper:

Las lágrimas estaban humedeciendo mis mejillas, y mis ojos no dejaban de escocerme. Me sentía tan impotente que no podía pensar en enojarme con los demás por recordarme la culpabilidad. Solo quería que esa tristeza desapareciera, pero también quería seguir sufriendo porque me lo merecía. Lo peor fue que mi felicidad anterior fue acaparada por ese dolor repentino.

Ellas fueron las culpables por recordármelo, yo fui la culpable por no haber evitado la muerte de mi hermano.

—Creo que necesitas recordar todo lo que sucedió ese día, Anaya.

Los recuerdos de todo lo sucedido en ese día empezaron a reproducirse en mi cabeza. Estaba de noche, y mi hermano Alfie quería ir a las carreras clandestinas de motos. Mi padre había descubierto su participación en esas carreras y le ordenó que no saliera, pero mi hermano no le hizo caso.

Pensé que estaba enojado, así que fui para entretenerlo con mis historias inventadas, sin embargo, llegué justo a tiempo para verlo haciendo el intento de salir por la ventana de su habitación.

Le pedí que no se fuera y me dio la impresión de que me haría caso cuando se alejó de la ventana y se acercó a mí, pero solo besó mi frente y me dijo que no me preocupara, que iba a regresar y que ese sería nuestro pequeño secreto.

Se acercó a la ventana (una vez más) para marcharse, pero al ver mi cara de horror, retrocedió y me dio un fuerte abrazo y dos besos, uno en la mejilla y otro en la frente.

—No te preocupes por mí. Regresaré antes de que cumplas los quince años —me dijo con una gran sonrisa.

Traté de dedicarle una sonrisa genuina, pero fue la más forzada que había dedicado en toda mi vida. Sentí algo extraño en mi pecho, un mal presentimiento.

Cuando abandonó la casa, lo vi irse con su moto. No la encendió hasta que estuvo a una distancia considerable de la casa, y esa fue la última vez que lo vi. Esa noche murió mi hermano.

Alfie siempre fue un chico alegre y comprensivo. Le daba lo mejor de sí a los demás. En sus labios siempre tenía una gran sonrisa, y la alegría emanaba de su cuerpo. Nunca se metió en ningún tipo de problemas, además de las ilegales carreras de motos.

—Alfie tomó su decisión —dijo mi padre—. Eso no te hace ser culpable.

—Soy la culpable. Él tomó la decisión de marcharse, pero yo tomé la decisión de ocultar su salida —le recordé.

—Sí, pero después de una hora, nos contaste que tu hermano se había marchado —apretó mi pie de una forma reconfortante—. No hay culpables, solo malas decisiones.

Era cierto. Una hora después de que Alfie saliera, el mal presentimiento fue tan fuerte que no pude guardar el secreto por más tiempo, y le conté a mi padre lo que había hecho.

Creo que te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora