Capítulo 18

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Anaya Cooper:

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Anaya Cooper:

Cuando salimos de su habitación, Jensy me dijo que existía la posibilidad de que sus padres nos hicieran preguntas, así que teníamos la opción de guardar silencio o de mentir.

Estaba tratando de entender a quién salvaba, si era a sí mismo o si era a mí. Si sus padres se enteraban de que me quedé a dormir —sin consultarlo con ellos—, podría traerle problemas. Pero no fue su culpa. El hecho de que yo estuviera en su casa fue mi idea. Je, je.

Pero como soy una mujer civilizada, le escribí a mi padre, diciéndole que me quedaría en casa de Trina, a Trina que me quedaría en su casa, y a Samuel no le dije nada porque estaba exagerando en todo.

Solo esperaba que Katrina supiera guardar el secreto, solo ella sabía que me había quedado en la casa de Jensy.

Cuando tu casa deja de ser un lugar seguro, debes buscar alternativas, y mi casa dejó de ser el mío desde el momento en que mi padre les permitió quedarse a Alison y Alissa.

—¿Qué quieres desayunar? —preguntó al abrir el refrigerador.

—No suelo desayunar —mentí. Lo cierto era que no quería molestarlo, aunque necesitaba comer.

—El desayuno es la comida más importante —informó.

—Sí, pero no quiero desayunar.

Otra mentira más. Solo esperaba que insistiera o que me diera algo.

—Bien —hizo una mueca de desagrado—. Tenemos agua, jugo y café. ¿Qué deseas?

—Agua estaría bien.

—No estoy de acuerdo contigo, pero ten —me pasó la botella de agua—. Y ten una manzana, me dijiste que te encantan. Y te voy a preparar el desayuno.

Agarré la manzana, emocionada, y empecé a abrir la botella.

No podía creer que me fuera a preparar el desayuno.

—Gracias, bebé —me tomé un trago de agua.

Él me miró, lleno de alegría.

—¿Bebé? —preguntó.

Me atoré con el agua y empecé a toser.

—Bebe agua y no te atores —concluí.

Me di la vuelta para escapar de Jensy, pero antes de lograr mi objetivo, él sostuvo mi muñeca, perturbando mi huida.

—No me molesta que me llames así. Incluso —se acercó más— podrías llamarme así más a menudo.

—No sé de qué estás hablando.

—Yo sí —se acercó tanto que, si me movía un poquito hacia adelante, podría besarlo—, y sé que tú también lo sabes.

—Hola, chicos —abrió los ojos hasta más no poder al notar la situación—. ¡Chicos! —exclamó.

Creo que te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora