Capítulo 17

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Anaya Cooper:

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Anaya Cooper:

—Hace varios años tuve un novio.

Agaché la mirada, y Jensy tomó asiento junto a mí. Es más sencillo decir las cosas cuando no miras a los demás a los ojos.

—Lo quería mucho —continué—. Creo que lo amaba, no lo sé. Antes de él, hubo muchos chicos interesados en mí, pero cuando conocían a mi hermana, se olvidaban de mi existencia —mi voz se quebró—. Mi hermana me invitó a un lugar, y allí los vi besándose —tragué saliva—. Tal vez ella esperaba que entrara al establecimiento, pero no lo hice.

Mis amigos me estuvieron apoyando todo ese tiempo, solo ellos saben lo mal que la pasé. Alissa no me vio, así que para asegurarse de que me enterara de lo suyo con Mark, me envió una foto de ellos besándose. Después de unas semanas, cuando regresé a mi casa, se lo conté a mi madre, pero ella lo sabía. Me culpó, dijo que era insuficiente y que Alissa siempre sería mejor que yo...

—Yo creo que eres suficiente. No lo creo, estoy seguro —acarició mi mejilla—. ¿Es por eso por lo que no quieres tener novio?

—En parte sí. Y por eso odio las sorpresas.

—¿Y la otra parte?

—No quiero hablar de eso.

—¿Te puedo decir algo? —preguntó.

Su pregunta me sorprendió, así que alcé la mirada, intrigada.

—Eso creo —me encogí de hombros.

—Volveré en unos minutos.

—¿Qué?

—Me voy a duchar, mujer. Empujar mi moto y caminar no fue muy bonito —bromeó.

Me reí. No sé cómo siempre lograba hacerme sonreír.

Cuando entró al baño, me puse de pie y caminé hacia la habitación de Jenny. Era un riesgo, pero era algo que tenía que hacer.

—¿Qué haces aquí? —preguntó cuando abrió la puerta de su cuarto.

—Shhh... vine con tu hermano. Necesito ropa, por favor. Y darme una ducha.

Sudamos mucho, pero el camino no se sintió tan lejano. Caminar con Jensy y hablar de todo y a la vez de nada era increíble.

—Claro, entra. Puedes usar mi baño. ¿Mis padres lo saben?

—No, y no tienen por qué saberlo.

—Secreto de chicas y del insoportable de mi hermano —sonrió—. Me gusta.

Entré a su baño y cuando terminé de ducharme, me puse un vestido de Jenny. Azul como los ojos de Jensy. Ah, y como los ojos de Jenny, claro.

Saqué una jeringa de mi pequeño bolso, le coloqué la medida exacta del líquido y me inyecté. Permanecí unos minutos sentada encima del inodoro del baño de Jenny. Respiré hondo, guardé todo y salí del cuarto de baño.

Creo que te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora