Capítulo 13

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Anaya Cooper:

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Anaya Cooper:

Llevaba alrededor de diez minutos en la entrada de mi casa, pensando en cómo dirigir mi vida y si era lo correcto estudiar abogacía. Es una hermosa carrera, pero no estaba segura de que fuera para mí.

Siempre quise ser doctora, pero pasaron tantas cosas que quise ignorar la carrera, aunque la seguía amando como al principio.

—No importa cuánto quieras huir, nos vas a explicar quién era ese papacito.

Levanté la cabeza y vi a mis dos amigos. Trina estaba emocionada, y Samuel tenía los brazos cruzados, con una expresión seria en su rostro.

—Baja del coche —me ordenó Sapicienta.

Solté una gran cantidad de aire e hice lo que me pidió. No era recomendable llevarle la contraria a Samuel, menos cuando decidía actuar como el sobreprotector que era.

—¿Y? —instó Trina.

—Entremos. Les explicaré todo en mi habitación.

En ese momento, bauticé mi habitación como el salón de reuniones.

—Claro que lo harás —espetó Samu.

Rodé los ojos, y nos introdujimos en la casa. Saludé a mi padre, que estaba en la cocina, y subí junto a mis dos amigos a mi habitación. Antes de hablar con ellos, fui al baño, porque mi rebelde vejiga siempre hacía lo que le daba la gana. Salí del cuarto de baño y me senté sobre mi cama.

—Ahora sí —expresó Trina.

—¿Y eso? —pregunté, señalando la bolsa que tenía en las manos.

—Palomitas. No esperas que escuche la historia de tu amor secreto sin comer, ¿verdad?

—Ok. Esto es extraño, y él no es mi amor secreto.

—Deja los rodeos y habla —alguacil Samuel.

—Todo sucedió el día... ¡Trina! Me estás interrumpiendo. Deja de masticar de esa manera.

—Pero para escaparte hoy no te interrumpí, ¿eh? —enarcó una ceja, y Samuel empezó a reírse, apoyándola.

Bueno, tenía todas las de perder, así que decidí continuar.

—Como les decía: todo comenzó el día de la entrevista, estaba conduciendo, y casi lo atropello...

Les conté a mis amigos todo lo relacionado a ese día y los encuentros que tuve con Jensy, y ellos me escucharon con mucha atención, siempre y cuando ignoremos el hecho de que Trina estaba masticando con la boca abierta.

—¿Te gusta un asesino educado?

—No es... —cerré los ojos y los volví a abrir—. ¿Escuchaste lo que dije?

—Sí, que te enamoraste de ese chico.

—No estoy enamorada de ese chico, Samuel.

—Bueno, bueno. Estoy de lado de Sapicienta. Si no te gusta, ¿por qué te fuiste con él?

Creo que te necesitoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora