Hasta las miradas más dulces esconden matices grises...
Alec
Nunca creí en amores a primera vista. Tampoco lo hacía en ese momento. Pero ahora creía en la ilusión a primera vista. Porque Maia me hizo sentir así. No pude dejar de mirarla en esa cafetería, ni en la fiesta. Así como tampoco podía dejar de mirarla conforme más tiempo pasaba junto a ella.
Era su mirada. Cada acción, cada gesto. Cada palabra. Podía leerla con facilidad.
Esos días había aprendido cosas de ella. Era un poco quisquillosa para aceptar cualquier comida y tenía momentos en que parecía ser cautelosa con cada palabra que decía. También noté cierta desconfianza en sus ojos. Otras veces parecía divertida y se dejaba llevar.
Parecía extrañar a su familia. Sonreía cuando veía a Jane o rodaba los ojos si decía algo ridículo. Se tienen mucha confianza, parecían muy unidas.
Pero había algo que me inquietaba.
Su última relación.
Tenía una actitud diferente cuando se tocaba ese tema, su expresión cambiaba radicalmente. Y me hacía preguntarme qué tanto daño le puede haber causado esa persona para que ella huyera de esa manera, como si quisiera enterrarlo para no recordar. Sospechaba que era gracias a eso que por momentos sentía que construía una muralla entre ambos. Como si tuviera la necesidad de protegerse a sí misma.
Y de cierta manera me resultaba propio que lo hiciera, y lindo. Aunque yo no intentaba dañarla.
Cuando hablábamos de películas y lo mucho que le gustaba leer sus ojos desprendían un brillo muy diferente a las chicas que solía conocer. Guardaba cierta inocencia característica que estaba seguro la haría destacar incluso en un gran tumulto de gente.
Y a decir verdad me sentía un poco idiota por haberla engañado con eso de que quería enseñarle un lugar. Pero fue lo primero que se me ocurrió cuando nos quedamos solos y sentí que en cualquier momento pondría alguna excusa para salir de ahí. Y yo no quería dejarla ir.
Sin pensarlo la invité a acompañarme a un lugar del que ni yo tenía idea. En realidad, desde el inicio fue así. El pobre de Tom tuvo mucho trabajo buscando lugares que recorrer para hacer de guías de Jane y Maia cuando la primera lo sugirió.
Lo cierto era que las pocas veces que habíamos estado en Luar casi nunca tuvimos tiempo de pasear por lo que tampoco lo conocíamos muy bien.
Pero ella no tenía que saberlo.
Verla con esa sonrisa en los labios mientras visualizaba la carretera que dejábamos atrás mientras la playa se veía a lo lejos, lo valía.
Al menos estaba contenta y no incómoda. Ya incluso tenía pensado a dónde la llevaría cuando cayera la noche.
Ni siquiera recordaba esa sensación de los famosos nudos en el estómago hasta que Maia apareció en mi vida. Debía aceptar que en ocasiones provocaba estar más cerca a ella.
—Alec. ¿No hace demasiado frío para estar aquí? —a pesar de sus palabras observaba todo con fascinación.
A la entrada aparecía un arco con delfines casi tocándose, más allá se encontraba un barco en el cual los turistas se fotografiaban e incluso había algunas máquinas de ejercicio al aire libre y unos niños jugueteaban en un pequeño parque que por lo que sabía apenas construyeron.
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Guía del Cielo(Finalizada✅)
RomanceMaia y Alec son un par de desconocidos que se cruzan por casualidad. La atracción entre ellos es inevitable, como si se conocieran de toda la vida empiezan algo que, aunque no tiene un nombre específico, se va volviendo cada día más intenso. Sin em...