Capítulo 51||Señora Wembley

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El amor escrito en tus ojos...

Maia

Mi corazón se detuvo por algún instante que no logré identificar. Y no sé qué fue lo que sentí con exactitud. Pero cuando Alec le devolvió el abrazo a la mujer que lo arropaba entre sus brazos mi pecho se sintió como si alguien lo hubiera aplastado y mi estómago tironeó dándome una sensación incómoda. Casi como cuando sientes una molesta acidez que no te deja en paz.

Intenté alejarla, pero no pude. Mis ojos no lograban despegarse de la imagen a unos metros de donde nos encontrábamos. Ambos sonreían y hablaban entre ellos con la confianza vibrando en el ambiente.

La intriga de qué estarían hablando me consumía.

A simple vista sabía quién era ella. Mi intuición rara vez se equivocaba y cuando Alec me miró a lo lejos supe que una vez más, estaba en lo correcto. Sus ojos brillaban con cierta duda, como si no supiera qué hacer en un momento como ese. Claramente no era su intención y era posible que ni siquiera estuviera enterado de su llegada.

Aún así, seguía sintiendo esa incomoda pesadez en mi estómago que parecía no querer alejarse.

—¡Mira! —la sonrisa de Max llamó mi atención y por fin logré alejar mi mirada del padre de mi hijo y su ex—. ¿No es bonita? —señaló la luna que había pintado en el papel que sostenía frente a mí.

Intenté sonreír lo más natural que pude a pesar de sentirme abrumada y asentí. Siempre me dijeron que los dibujos de los niños contenían su alma y en ese momento lo afirme. Era tierno y dulce, sin maldad.

—Te salió perfecta, Max.

—Se la enseñaré a papá —cuando se apoyó en la mesa para bajar del asiento y se apresuró a voltear para volver a ingresar en casa abrí mis labios para decirle que su padre tenía visita, sin embargo, no alcancé a decir nada, pues él mismo se detuvo cuando divisó a su padre y a la mujer caminando hacia nosotros.

—¡Max! —la chica sonrió con alegría en cuanto miró al pequeño. El niño no se movió, en cambió sentí que retrocedió un paso.

—Hola, Daniela... —murmuró mirando a su padre y luego a la chica. Cauteloso, presionó el papel contra su pecho.

—¿Qué estás dibujando? —la chica acercó una mano hacia el papel contra él, pero Max se alejó un poco más haciendo un pequeño mohín con los labios—. ¿No quieres que lo vea?

—Es para papi —alegó el pequeño mirando en dirección a sus manos.

—Aún es tu favorito —mencionó la chica—. Está bien, luego de que te lo de me lo puedes mostrar —le dio un guiño a Alec. Y joder, me sentí peor que una ostra disecada—. Pero... —sus ojos se entrecerraron en dirección al pequeño—, todavía no me has dado un abrazo. ¿Debo dártelo yo? —sonriente intentó abrir los brazos para atrapar a Max, pero él se alejó otro poco y volvió hacia mí.

—Estoy sucio —mencionó con una pequeña sonrisita—. ¿Ya conoces a mi mamá? —Max sostuvo mi mano y arqueé las cejas con sorpresa ante su afirmación.

¿Había oído bien? ¿Me llamó mamá?

La chica enmudeció y sus ojos se detuvieron en mí por largos segundos como si intentara buscar algo que yo desconocía y por alguna razón, me sentí algo cohibida. Aunque intenté que no se notara y en cambio, mantuve una posición recta y mi mejor expresión de seguridad ante ella.

—Daniela Davis, mucho gusto —se acercó para saludarme con un beso que recibí con amabilidad.

—Maia Russell.

Guía del Cielo(Finalizada✅)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora