Los chicos buenos también salen heridos...
Alec
El grito de Max me hizo sonreír en cuanto ingresé a la casa. El jardín era más alegre cuando mi hijo estaba en él. Mi corazón saltó de alegría en cuanto lo sostuve entre mis brazos. Max me sonreía con premura y se sostenía de mi cuello.
—Papi. Te extrañé —dejó un beso en mi mejilla. Siempre me recibía del mismo modo. Era una ternura de pequeño.
Yo también lo echaba de menos cuando estaba trabajando. Mucho más en los viajes de negocios.
—Yo igual, lobito —acaricié su cabello—. Te he echado de menos. ¿Te portaste bien?
Él asintió varias veces con la cabeza.
—Pero me aburo. La señora Tucker no es tan divertida como las profesoras de la tele.
—Max. Ya hablamos de eso.
—Papá, ¿Por qué no puedo ir a la escuela? —me preguntó con ojos de cachorro—. Yo me polto bien.
—Yo sé que te portas bien. Pero la tía Mica se sentiría triste si no te ve, por eso debes quedarte en casa. ¿Recuerdas?
Hizo un puchero y miró sus manos por un momento antes de mirarme nuevamente.
—Bueno, papi —me respondió con resignación marcando su expresión.
—Anda, ve a jugar con galleta —Max asintió y lo puse sobre el gras para que corriera hasta la pequeña bola de pelos que adoptó días atrás.
Suspiré. Ojalá pudiera hacer realidad lo que tanto quería. Pero lamentablemente lo que él deseaba era lo único que no podía darle. No podía arriesgarme a perderlo.
—¿Volvió a pedirte que lo llevaras a la escuela?
—Tía —sonreí en cuanto la vi y la abracé—. Creí que estabas tomando el té con la señora Tucker.
Ella negó con la cabeza mientras soltaba un suspiro y se sostenía de mi brazo.
—La señora Tucker se fue temprano.
Ladeé un poco la cabeza caminando junto a ella.
—¿Por qué? —La maestra privada de Max nunca se iba antes de la una.
—Llamaron del hospital de su madre y se tuvo que ir antes. Fue una emergencia —me contó.
—Entiendo —le respondí—. Le diré a Tom que la llamé. Quizá podamos hacer algo por ellas.
—De acuerdo —asintió ella con una corta sonrisa—. Max ha estado algo decaído. Desde que te fuiste de viaje se ha entretenido con la perrita, pero suele preguntar por su madre con más frecuencia. Y te busca todo el tiempo.
Miré hacia donde se encontraba y lo vi jugando con galleta entre sus piernas. Era tan lindo y lo amaba tanto que dejaría todo lo que tenía solo para que él estuviera a salvo. Mi hijo era mi todo. Mi familia lo era.
—¿Qué le dijiste?
—Lo de siempre —me respondió—. Creo que le haría bien salir un poco, Alec —la miré casi con miedo ante sus palabras—. Yo sé lo que piensas, pero le haría bien relacionarse con niños de su edad. Temo que crezca solitario y eso le traiga problemas en el futuro. Max necesita más que solo a nosotros, Alec —ella le dio un pequeño apretón a mi brazo.
(...)
Dos toques a la puerta me hicieron girar y salir de mi ensimismamiento. Apenas me daba cuenta que mis ojos comenzaban a resecarse por mirar hacia la pantalla de la computadora por a saber cuántos minutos.
Era Thomas.
—Debes firmar estos documentos —dejó dos carpetas sobre mi escritorio y yo asentí—. ¿Aún estás preocupado por lo que dijo Mica?
—No. Bueno, sí —hablé y él enarcó una ceja en mi dirección—. Me refiero a que, sí estoy preocupado por mi hijo, pero ahora mismo pensaba en Maia.
Thomas asintió entendiendo y soltó una exhalación mientras cruzaba los brazos de forma calmada —como todo él—.
—Piensas en ella.
—¿Acaso no piensas en Jane? —lo reté reclinándome en el asiento.
Puso los ojos en blanco. Retuve una carcajada. El hecho de que Thomas fuera tan bueno en su trabajo no era lo único por lo que me caía bien. También era gracioso. Era un maníaco de la limpieza, el orden y tan calmado, incluso algo inocente en ocasiones.
Era un buen tipo. Aunque pecaba de crédulo en ocasiones. Ingenuo o tonto diría la tía Mica.
—La pienso todos los días. Su teléfono siempre me manda a buzó... —de pronto sus ojos se abrieron un poco más y me miró como quien descubrió un lugar desconocido—. ¡El localizador!
Fruncí un poco el ceño sin entender realmente al instante. Pero no duró mucho, pronto algo hizo click en mi cabeza y entreabrí los labios en sorpresa.
—¡Eres un idiota! —le reclamé—. Llevamos semanas buscándolas y apenas piensas.
Él comenzó a hacer muecas imitándome. Entrecerré los ojos, tomé el teléfono junto a mí y pretendí intentar lanzárselo.
—¡No imites a tu jefe!
Volvió a rodar los ojos. No podía creer como alguien que parecía un niño había logrado estar con Jane Lancaster.
No era algo contra él, ya dije que era un tipazo. Pero Jane Lancaster no era precisamente el tipo de chica que estaría con Tomi. En este caso no eran rumores. Ella había andado con uno de mis amigos. Lo vi con mis propios ojos y no era el tipo de chica de relaciones formales.
No se quedaba en un lugar con facilidad. Por eso cortó con mi amigo.
Y bueno, no entendía cómo habían llegado a ese punto con Thomas. Solo esperaba que el chico no saliera peor que la última vez o lo tendría pegado a mí lamentando su vida.
Aunque entendía que él sabía dónde se estaba metiendo si seguía insistiendo en encontrarla. Quizá a mí me iría de la misma forma, esperaba no haberme equivocado con la linda Maia.
De todas formas, creía que incluso si me daba una patada en el trasero y decía que no le interesaba después de lo que sucedió en Luar. Todavía querría ir tras ella.
—Pero, ¿No será muy acosador rastrearlas? —me preguntó minutos después—. Jane tiene un carácter... —puso cara de horror y tragó con dificultad—. No quiero enojarla.
Entrecerré un poco los ojos. Cauteloso. Había algo muy extraño entre ellos. Ella era demasiado selectiva como para haberse ido con él en el primer encuentro después de conocer su forma de ser. Y él no era precisamente el más sociable cuando no se trataba de trabajo. Hasta podría decirse que era seco y frío al principio.
—¿Tanto así la conociste en esos pocos días? Por lo que sé fue la primera vez que se vieron.
Su expresión cambió por completo. Pude darme cuenta que me estaba ocultando algo. También podía ser como un libro abierto.
—Sólo mírate. Aún no quieres decirle la verdad a tu jefe —enarqué una ceja en su dirección.
Thomas carraspeó con una mano en puño sobre su boca.
—Tengo cosas que hacer.
—¿No vas a contarme? —me hice el ofendido.
—Adiós, Alec —y salió más rápido que un rayo.
Solté una carcajada ante su huida. Ya me enteraría qué lío había entre ellos. El hecho de que hubiera evitado el tema solo confirmaba que algo más ocurría.
ESTÁS LEYENDO
Guía del Cielo(Finalizada✅)
RomanceMaia y Alec son un par de desconocidos que se cruzan por casualidad. La atracción entre ellos es inevitable, como si se conocieran de toda la vida empiezan algo que, aunque no tiene un nombre específico, se va volviendo cada día más intenso. Sin em...