Capítulo 6||Rumores

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Nuestras experiencias marcan la forma en la que percibimos al mundo y sentimos a las personas...

Estaba jodida.

Tenía una sonrisa más grande que la del mencionado gato en las novelas juveniles.

Alec Wembley era un hombre...

Singular.

Luego de lo que dijo en el jardín hubo cierto momento de tensión, cuando volví a mis sentidos no supe qué contestar así que le dediqué una pequeña sonrisa con más timidez —que espero no notara— y, algunos minutos después, el pelirrojo llamado Thomas llegó con unas banditas que le entregó a Alec antes de que éste las pusiera en mis manos.

Me dio mucha vergüenza pensar que me había visto revisar mis heridas y oído maldecir lo mucho que odiaba los zapatos y al mismo tiempo mi estómago cosquilleó gracias al detalle.

Muy pocos daban esa clase de atención a alguien que apenas conocían.

—Algo bueno pasó hoy, eh... —mencionó mi amiga atrapandome sonriente mientras veía mis pies cubiertos por las banditas—. Me pregunto por qué será.

Se sentó sobre mi cama mirándome con los ojos entrecerrados.

Ella sabía que me había encontrado con Alec en el jardín. Cuando volvimos solo le dije que fui por un poco de aire. No obstante, minutos después en medio de una conversación, Alec le dijo a Rebecca que había estado admirando el jardín de la Tower e inconscientemente nuestras miradas se cruzaron regalándonos además una sonrisa de complicidad. Jane lo captó al instante.

Ese sexto sentido de las mejores amigas en ocasiones daba miedo.

Poco tiempo después, se despidieron de Rebecca, Phillip y nosotras, no sin antes asegurar que volveríamos a vernos —y quizá no debía, pero sentía que no solo se refería a la fiesta de cumpleaños de Rebecca—.

—El desfile fue un éxito, claro que estoy contenta —expresé tomando una esponja con desmaquillante para pasármela por los párpados.

Ella me observó con una expresión de: Sí, claro.

—¿Qué?

—Es obvio que lo que te hizo más feliz que el desfile fue cierto invitado de traje azul que no te quitaba la mirada de encima desde que se presentaron —enarcó ambas cejas y no pude evitar sentirme avergonzada.

—¿De qué hablas? Eso no es cierto.

Entrecerró ambos ojos y me señaló con el dedo índice.

—Ya suéltalo, Maia. No sirve de nada que lo niegues.

Tomé aire por la boca para replicar, pero era difícil objetar en circunstancias como esa, por lo que segundos después pasé la lengua alrededor de mis labios antes de dejar a un lado la esponja y negar con la cabeza en medio de una sonrisa nerviosa.

—A ti no se te escapa nada, Jane Lancaster —repliqué.

—Soy un genio, lo sé —miró sus uñas con gesto de fingida superioridad.

—Vale, no quería contarte esto porque... —mordí mi mejilla desde dentro mientras el calor se extendía por mi cuello—, es... demasiado vergonzoso. No puedo creer que en serio una cosa como está me pase a mí. Es que... es casi imposible.

—Habla ya, Mai —se impacientaba ella—. El chisme solo es chisme cuando es completo.

Puse los ojos en blanco.

—¿Recuerdas a los chicos de la cafetería de los que te hablé?

Ella asintió lentamente con el ceño levemente fruncido.

Guía del Cielo(Finalizada✅)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora