Capítulo 24||Codiciado número uno en el país

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Tu mayor fan es quien aplaude tus éxitos y abraza tus miedos...

Alec

Solté una exhalación pesada. Cargada de preguntas y confusión. Sobre todo, confusión. No podía dejar de pensar en Maia.

Su personalidad dulce también escondía su rudeza. Eso lo comprobé esa noche. Sus palabras y la determinación con la que las pronunció lograron hacerme sentir vacío y culpable. ¿De qué? No lo sé.

Desde la muerte de mi padre —y todos los que fallecieron en el accidente— sentía que había un hueco en mi pecho. Me culpé, claro que lo hacía. Si ese día hubiera sido yo quien conducía, si hubiera sido yo y no ellos, si no hubiera salido aquella noche. Intenté llenarlo, he intentado hacerlo desde entonces. Cada día. Con mi hijo, con mis hermanos.

El hueco se hizo más grande con el tiempo.

A través de los años me convertí en el cimiento indestructible de esta familia. Aunque yo fuera el blanco de la prensa, aunque el mundo fuera contra mí. No me importaba. Quizá quería sentirme menos culpable. Probablemente necesitaba sentir que hacía un buen trabajo siendo un papá para Max, un hermano mayor comprensivo con Evan para que no sintiera otra vez esa desprotección. La figura confiable para Emily, el héroe que era papá. Alguien competente que podía apoyar a la tía después de perder a su hermano.

Sin embargo, en ese instante me sentía inútil en cualquier aspecto. Me preguntaba por qué parecía que Maia me quería lejos de ella. Si la lastimé sin darme cuenta. O si nunca signifiqué nada para ella.

Y por primera vez desde que comencé a conducir la empresa, no sabía qué hacer. No tenía la más remota idea de lo que debía hacer. Tenía claro que muchas veces uno debía saber cuándo parar.

Recordé el mentado dicho de la tía Mica, «Exitoso en los negocios, desdichado en el amor»

Suspiré con la vista fija en aquel retrato que Maia había olvidado aquella noche en el auto. Había vuelto temprano de la compañía y me encontraba acostado sobre la cama. Mi mente estaba agotada.

—Eso fue un fuerte suspiro —la voz de mi tía me hizo levantar la cabeza.

—Tía, no te oí entrar —guardé el retrato dentro del primer cajón de mi mesita de noche.

—Ni tocar —acotó—. ¿Problemas con la empresa?

—Para nada —le regalé una pequeña sonrisa.

—¿Entonces?

Guardé silencio mientras ladeaba la cabeza levemente. No estaba en mis planes contarle a mi tía lo que había pasado con Maia. No era tan expreso con ese tipo de cosas y solo obtendría su desaprobación.

—Alec, estos días has estado muy silencioso. Apagado. ¿Hay algo en lo que pueda ayudarte?

La miré por un par de segundos. Silencioso. Me lo pensé durante ese tiempo y finalmente decidí lo mismo. No podía contarle. Al menos no en ese instante.

Aún con la confianza que teníamos. Sentía algo de pena.

—¿Crees que Max vaya a odiarme algún día por no darle una vida normal? —era otro tema que me tenía inquieto y el cual era más fácil hablarlo con ella.

Mi tía suspiró y se sentó junto a mí en la cama. Me moví un poco y recosté mi cabeza cerca a su pecho. Desde que mis padres se separaron ella fue lo más cercano a una figura maternal que tenía. Nunca dejaría de guardarle el mismo respeto y confianza desde que era un niño.

Era una mujer respetable en todos los sentidos. Buena en las relaciones sociales, en los negocios y uno de los mayores soportes de nuestra familia. También era una gran maestra, me ayudó cuando comencé a dirigir la empresa. Lo seguía haciendo.

—Ali —sonreí. Max solo tenía un año y medio cuando comenzó balbucear mi nombre—. Eres un gran padre —acarició mi cabello—. Te preocupas mucho por Max y quieres lo mejor para él. Lo que dije ese día no era para hacerte culpable. Max jamás te odiaría. Te ama. Eres su héroe, su mundo —me dijo—. ¿Sabes lo que le oí decirle a la señora Tucker?

Hice un sonido nasal para que continuara. Me interesa a todo lo que viniera de mi hijo.

—Que su sueño era ser como tú cuando sea grande.

Ese niño era lo más hermoso que pudo pasarme en la vida. Nunca esperé sentir tanto amor y necesidad de proteger a alguien con tanta vehemencia. Era mi niño y haría lo que fuera por él.

Mi hijo fue la única razón para no terminar de romperme.

—Y el mío que no sea como yo —me reí levemente, levantándome.

—Pero si tú eres un amor —me apretujó una mejilla y rodé los ojos. De chico solía quejarme mucho cuando hacían eso—. No por nada saliste como el soltero codiciado número uno del país.

Solté una sonora carcajada.

—Mica, ya te he dicho que dejes de leer esas revistas.

—¡Por supuesto que no! No me puedes prohibir coleccionar todas tus fotos en las portadas. Es mi pasatiempo —dijo con orgullo—. Además, no es por nada, pero siempre sales muy guapo. Tu y Evan son el orgullo de portada de esta familia.

Negué con la cabeza. Mi tía era un caso serio.

—Entonces supongo que no debo preguntar si ya tienes el nuevo póster de la banda.

—¿Bromeas? Compré la edición limitada —habló con gesto presumido—. Hasta tengo una cuenta fan solo para mi caracolito.

Solté otra carcajada al escuchar el viejo mote de mi hermano. Mi tía era bastante cariñosa. Aunque en público siempre parecía una mujer sería en realidad tenía una chispa singular que pocos conocían.

Cuando terminamos de reír ella tomó mis manos entre las suyas con esa mirada cálida que la caracterizaba.

—Alec, nunca has estado ni estarás solo. Tu tía no va a permitir que lo estés —yo lo sabía—. Se lo preocupado que estás siempre por tus hermanos y por Max. Incluso por mí. Y no quiero que jamás te culpes por eso. Yo sé por qué lo haces, todos lo sabemos. Max es muy pequeño para entenderlo, pero él no te odiaría por amarlo. Eso tenlo por seguro —presionó un poco mis manos entre las suyas—. No eres culpable de nada, corazón.

—Gracias, tía.

Ella asintió y me sonrió una vez más antes de volver a acariciar mi cabello y dejar un beso en mi frente. Nunca me negaba a esas muestras de afecto de su parte porque sinceramente no me molestaba.

Para ella yo era un niño aun cuando estaba por cumplir los veintinueve. Y no podía negar que me gustaba que me tratara de ese modo. No sentía presión y dejaba de ser el empresario al que todos veían y criticaban.

Más tarde, ya en medio de la penumbra de mi habitación y entrada la madrugada tomé mi teléfono y escribí un mensaje presuroso que envié justo antes de arrepentirme. 

Guía del Cielo(Finalizada✅)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora