Especial Jane y Thomas

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La misma noche en que Alec busca a Maia.

Las personalidades evolucionan...

Me despedí de Maia y permanecí con la cabeza recostada en el asiento. Me dolía la cabeza y tenía demasiado sueño como para quedarme dormida ahí mismo y despertar hasta el día siguiente.

Siempre amé los viajes, pero no cuando volvíamos tan tarde. Odiaba tener que despertarme cuando el sueño resultaba tan placentero. A tres cuadras de mi edificio mi teléfono vibró en un mensaje. Era el chico que conocí hace unos días. Alto, musculoso, mandíbula cuadrada, acento español —se le oía muy sexy— y manos grandes; tema de conversación nulo. Chisté la lengua antes de bloquear el número.

Si bien no me interesaba hablar mucho con los tipos con los que coqueteaba por unos días. Ese en especial me resultaba muy aburrido. Últimamente estaba más quisquillosa para encontrar interesante a cualquier tipo. Ninguno llenaba el formulario de requisitos inexistente guardado en mi cabeza.

—Gracias —me despedí del hombre en cuanto me dejó frente al edificio. Este me regaló una sonrisa coqueta la cual ignoré.

Estaba cansada y él no tenía la suerte de estar tan bueno para mi gusto.

Me reí para mis adentros antes de arrastrar mi maleta y mis pies cerca de la entrada. No obstante, una figura extra que no tenía que ver con el entorno y era completamente conocido para mí se encontraba parado justo ahí, de brazos cruzados con ese aire seguro que lo caracterizaba desde que lo conocí muchos años atrás y esos ojos que me endulzaban más de lo que deseaba admitir.

A pocos pasos de él mi ceja se enarcó en cuanto sus ojos se posaron en los míos. Thomas mantuvo su postura y yo esperé que dijera algo por varios segundos sin querer ser la primera que hablara.

—Qué —adopté la misma postura que él.

«Qué»

Solía decirlo siempre que me le quedaba mirando por mucho tiempo. Al principio era seco pues era bastante inexpresivo con la gente a su alrededor, pero luego aquello se convirtió en una rutina. Siempre acompañaba aquella palabra con una sonrisa sincera, coqueta y a la vez dulce. Era como nuestra palabra mágica. Un poco cursi quizá, pero tan especial que al parecer salía con naturalidad.

Fue lo primero que salió de mis labios. Quizá mi subconsciente lo recordaba aún después de tantos años.

Thom sonrió de costado y sus ojos adoptaron un brillo diferente. Mi estómago dio un leve tirón y mi pecho se sintió apretado.

—Hola para ti también, Jane —me respondió él—. ¿Qué tal el viaje?

Mordí el interior de mi mejilla mientras él se acercaba unos cuantos pasos en mi dirección.

—¿Qué haces aquí, Thomas? —me aferré a la maleta porque su cercanía me mareaba un poco.

Thomas hizo una mueca con los labios y se tomó la barbilla unos segundos antes de sonreír en mi dirección nuevamente y acercarse peligrosamente a mi oído. Lo miré de reojo mientras sentía su aliento chocar contra mi lóbulo en medio de un susurro.

—Dime tú Jane, ¿Por qué estoy aquí?

Mi pulso se aceleró inevitablemente y me alejé unos cuantos pasos de su cuerpo. No era demasiado bajita, pero él seguía siendo bastante alto y de cierta forma me exasperaba sentirme pequeñita cerca suyo. Su calor invadía mi cuerpo y me suponía una conquista a mis terminaciones nerviosas.

En mis últimos años nunca me había sentido así con un chico. Y lo sabía, era él. Solo él lo causaba. Desde hace diez años era el único que podía causarme emociones continúas en pocos minutos. Pero no podía demostrarlo, incluso sospechando que él podía notarlo. No podía.

Guía del Cielo(Finalizada✅)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora