Capítulo 9|| Atractivo

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Ciertas personas llegan a tu vida con fecha límite...

Cuando era pequeña solía tener una amiga muy cercana además de Valentina. Junto a Jay, los cuatro éramos inseparables.

Ella y su familia se tuvieron que mudar después de que a su padre le ofrecieran un empleo en otro país. Nos dijimos adiós durante el verano entre ojos llorosos y cartas de despedida, además de unas instantáneas en las que salimos con la cara hinchada de tanto llorar.

En mi inocencia, le pregunté a mi madre por qué despedimos a las personas que queremos. Por qué no podíamos quedarnos juntos para siempre.

Mamá respondió que en ocasiones cuando alguien entra a tu vida es tan especial que no querrás soltarlo. Pero ciertos adioses son necesarios. También cabe la posibilidad que, sin saberlo, el que pretendía ser un adiós para siempre, solo sea un hasta luego. Llegado el momento, si el mundo lo quiere, esa persona volverá a tu vida.

Después de muchos años y con mis experiencias —sobre todo, en mis relaciones amorosas— por fin comprendí lo que ella quería decir.

Algunas personas llegan para ser una luz en medio de angustia, como Jane. Me hizo aprender que no soy digna de mala suerte porque a pesar que creas que no hay salida siempre habrá alguien dispuesto a tenderte la mano.

Mis ex llegaron para hacerme entender que la ilusión no es amor. La compañía se puede encontrar en una mascota que será más fiel que cualquier hombre, y que a veces cuando creemos que por fin va a ser diferente resulta siendo peor.

También están quienes, como mis abuelos, estuvieron en mi vida para enseñarme lo que es el amor a la familia, el hogar, la complicidad en momentos especiales que marcaron mis días. Cuando ellos se adelantaron en el viaje —porque finalmente todos vamos al mismo lugar—, recuerdo haber sufrido y llorado durante meses. Aunque fue la despedida que más me dolió, los recuerdos que comparto con ellos son los más preciados en mi vida.

Me gusta pensar que están en algún lugar que desconozco orgullosos de que su misión fuera cumplida.

Todo lo que me enseñaron, cada abrazo, cada aventura, para mí seguirá siendo especial.

Y desde el día anterior llevaba preguntándome lo mismo, ¿Cuál era el objetivo de Alec en mi vida? ¿Era alguien de paso? ¿Finalmente me haría querer no haberlo conocido si tenía familia como decían en los programas o podría llegar a ser un buen amigo? Aunque lo conocía hace casi nada, la sensación que obtenía al tenerlo cerca era diferente. Especial. Atrapante.

Cuando manteníamos alguna conversación parecía realmente interesado en saber lo que diría y su mirada se centraba solo en mí y me hacía sentir el centro de todo. Sus ojos me hechizaban.

Dejando eso a un lado. Aún siendo tan guapo, tan sexy —inevitable no aceptarlo—. Debía decir que desconfiaba. Siempre desconfiaba.

Puede que fuera uno de nuestros principales problemas.

Lo que dicen por ahí, no conoces a una persona ni en veinte años. Y yo apenas lo conocí una noche atrás.

Aquello sumado a las malas experiencias con mis ex...

Negué con la cabeza diciéndome a mí misma que debía dejar de pensar tanto en lo mismo o me volvería loca preguntándome el «qué pasaría si...» que finalmente no serviría de nada.

«Vive tu presente, pisa el pasado y sonríele al futuro, Maia» recordé las palabras de la abuela.

Solía contarnos a mi hermana y a mí que antes de conocer a mi abuelo se había enamorado locamente de un ex militar. Creía ciegamente en él hasta que supo que tenía esposa e hijos —al parecer el mal del engaño venía de familia—. Cuando se enteró su corazón se marchitó y su esperanza se apagó durante largo tiempo. Hasta el día en que llegó mi abuelo, varonil y con olor a pescado —palabras de ella. Me reí mucho por aquel tiempo mientras la escuchaba—. Se enamoraron cuando en un día soleado tras hacerle el favor a la abuela de recoger su pañoleta del agua. Un amor Isleño —también lo dijo ella—.

Guía del Cielo(Finalizada✅)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora