Capítulo 41||La historia de Maia

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Asegúrate que un capítulo tóxico no envenene el resto de la historia...

La pregunta de Alec aún se sentía en el aire. Como si me apresara y a la vez un cuchillo se enterrara en mi estómago. Como si Alec la repitiera una y otra vez.

Pero ninguno dijo nada durante casi media hora en que permanecemos en la misma posición. Uno frente al otro con nuestras respiraciones constantes y la duda implícita en el aire.

No tenía la respuesta. Aunque quizá algo de lo que dijo era cierto. Porque sí, yo sentía que él era igual a Carlo y seguía pensándolo. La mala experiencia de la relación tóxica que tuve con él me hacía dudar de todo y temer volver a ilusionarme, a cegarme. Cosa que no me fue fácil cuando conocí a Alec.

Y ahora sufría por mis propios miedos, porque me asustaba dejarme llevar e intentar confiar y que luego Alec terminara siendo otro Carlo y yo me destruyera por otros tres meses. No quería volver a pasar por un amor tan doloroso.

—Conocí a Carlo en un club a finales de verano. Meses atrás rompí con mi novio y estaba desanimada y cansada de todo. Jane decidió llevarme a bailar y beber un poco para distraerme. Vimos a Carlo en la barra. Parecía simpático, iba acompañado de otros amigos y unas chicas. Creí que tendría novia, pero me dijo que no y comenzamos una charla que yo inicié durante las horas que estuvimos ahí, el resto llegó por sí solo. Compartimos teléfonos y pronto comenzamos a salir —nunca hablé de esto con nadie desde que rompimos por lo que sentía como si estuviera soltando algo que me mantenía atada. Era una sensación de libertad—. Carlo siempre fue una persona risueña, seguro de sí mismo, incluso algo egocéntrico mientras yo aunque nunca fui en especial tímida, tampoco era muy sociable ni me gustaba salir tanto. A veces discutíamos por eso y sin saberlo comencé a hacer cosas para que él no estuviera contento.

Suspiré porque aunque había pasado un año todavía me sentía mal con aquella Maia.

»Salía a fiestas de gente que no conocía y pretendía divertirme aunque prefería quedarme en casa. Me ponía ropa más cerrada o de colores sombríos porque a él no le gustaba que llamara la atención. Decía que no provocara a otros hombres porque mi novio era él —la acidez se acentuó en mi estómago—. Normalmente cuando yo quería algo siempre estaba ocupado. Cuando hablaba de libros decía que eran aburridos. Pero cuando me negaba a ir a un partido de fútbol porque no me gustaba el griterío del estadio se molestaba e iniciaba una nueva discusión que me hacían sentir ansiosa —continué. Alec había tomado asiento junto a mí—. Pasó un año y las cosas comenzaron a empeorar. Odiaba que saliera tarde del trabajo y eso molestaba a Jane quién siempre me repetía que yo no era su propiedad y que no tenía por qué darle explicaciones, pero estaba cegada. Lo excusaba diciendo que era mi culpa por no darle la suficiente atención o porque estaba pasando por días cansados en el trabajo.

Alec me observaba algo tenso, pero pendiente de todo lo que decía.

—Comenzó a ponerse celoso de Jay, nuestras discusiones por él eran frecuentes. Dejábamos de hablar unas semanas hasta que él regresaba con unas disculpas y yo lo perdonaba. A decir verdad, ya no me sentía feliz con nuestra relación. Pero sentía que era todo para mí, yo lo amaba. Recordaba nuestros inicios y decía que solo era porque estaba estresado así que pensaba que debía ser más paciente, porque él me quería —a medida que hablaba mis ojos se llenaban de lágrimas un poco más—. A medida que los meses pasaban él comenzó a querer dar el siguiente paso en nuestra relación. Aunque habíamos hecho ciertas cosas nunca terminabamos, yo no estaba segura de querer hacerlo con él. A pesar de que lo amaba nunca me sentí completamente segura de eso. Tenía miedo. Pasaron dos años entonces, nuestras salidas ya no eran tan seguidas, cuando llamaba terminábamos peleando porque él me reprochaba que no tenía tiempo para él. Que sus amigos y sus novias ya lo habían hecho y que yo no lo amaba. Comencé a sentirme abrumada —solté una exhalación—. Un día mientras viajábamos al sur en su auto le llegó un mensaje y luego el teléfono comenzó a sonar. El nombre que aparecía en la pantalla era Joaquín. Pero cuando contesté para luego pasárselo, quien respondió fue una chica. Carlo me quitó el teléfono y le colgó. Le pregunté por qué no contestó y por qué tenía a una chica registrada con el nombre de un chico. Me respondió que solo era su prima, que siempre bromeaban y por eso la agendó así. Por alguna razón, no terminé de creerle y continué con el tema. Se puso furioso y comenzó a gritarme diciendo que era una desconfiada y paranoica, que veía cosas donde no habían. Que él no desconfiaba cuando yo le decía que Jay era como mi hermano, pese a que siempre discutía conmigo por eso, pero que yo sí desconfiaba de su palabra. Que si las cosas iban a ser así mejor lo dejábamos —una lágrima rodó por mi mejilla y la quité con prisa.

Guía del Cielo(Finalizada✅)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora