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Él era pequeño, tan pequeño que le costaba muchísimo subir al sofá de la sala, siempre usaba todas sus fuerzas para llegar, y cuando veía la televisión no pasados los 10 minutos ya estaba durmiendo allí porque se había cansado con apenas tratar de...

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Él era pequeño, tan pequeño que le costaba muchísimo subir al sofá de la sala, siempre usaba todas sus fuerzas para llegar, y cuando veía la televisión no pasados los 10 minutos ya estaba durmiendo allí porque se había cansado con apenas tratar de sentarse en el sofá. Simplemente era un niño chiquito de mejillas rellenitas y blanquitas como dos bollitos de pan, su mamá le decía "bollito amoroso" porque era muy cariñoso y estaba abrazado muchas veces a las piernas de sus padres. Tenía unos 4 años cuando notó que su papá no lo veía seguido en casa, mamá decía que él estaba trabajando mucho y por eso no se encontraba o llegaba a casa, si era triste no verlo pero su mamá hacía lo que podía para que estuviera feliz.

Quackity sólo tenía 4 años cuando escuchó a su mamá reclamarle a papá de porqué siempre debe hacer ese tipo de cosas, porqué siempre tiene que mentirle a su pequeño de qué está haciendo papá y el porque no está en casa. En ese entonces sólo era un pequeño niño de cachetitos rellenos, sosteniendo su peluche de patito y mirando desde el marco de la entrada a la cocina a mamá y papá discutiendo, sólo pensó en una cosa cuando estaba allí; siempre hay que hacerle caso a mamá para que no se enoje. Porque mamá estaba muy furioso de que papá no le hiciera caso, papá hacía lo que quería y no escuchaba, entonces para evitarlo haría caso a mamá siempre.

No recuerda mucho de cuando pasó eso, pero sabía que días después –fueron dos meses para ser exactos– papá se había ido de casa, no lo veía hasta que era fin de semana. Mamá le dijo que papá ya no podía vivir en la misma casa que ellos, aún así le aclaró que ambos lo amaban mucho a pesar de no estar juntos, sólo era un problema que había entre mamá y papá y que nada de eso era su culpa. Fue así como Quackity tuvo la compañía de su mamá solamente, él guiaba sus pasos, lo educaba de la mejor manera para que fuera amable, inteligente, le enseñaba a valerse por sí mismo y que confiara en su intuición, no debía dejarse tratar mal con nadie y, sobretodo, confiar completamente en mamá.

Mamá es un sabio, él siempre sabría que hacer o qué decirle cuando se sienta confundido, siempre sería la luz que ilumina su camino.

En su comienzo a la escolaridad, Quackity tenía mucho miedo de no tener a mamá cerca, algo que sucede comúnmente en la mayoría de los niños a esa edad. Era una experiencia aterradora para el infante, ese día apretaba con sus manitos las correas de su mochila, escondido detrás de su mamá y mirando con miedo a todos esos niños que corrían por el salón. Claramente el mayor a cargo de Quackity lo notó mientras hablaba con la señorita del preescolar, sabía que éste día llegaría y que su pequeño tendría temor al no estar a su lado, se arrodilló para estar a la altura de Quackity y le sonrió acariciando sus suaves cachetitos.

——no tengas miedo, hijo, en éste lugar podrás divertirte y tener amigos—. habló con ese tono calmado y dulce, en su mano traía un gorrito azul con el estampado de un patito, seguidamente lo colocó en la cabeza del pequeño y le dejó un besito en la frente. ——te compré el gorrito que querías, te dije que te lo daría en tu primer día—.

Los ojitos de Quackity brillaron emocionados al llevar sus manitos a su gorrito, sonriendo tan feliz abrazó al mayor y le agradeció varias veces. Luego de ese abrazo y un par de besitos más en las mejillas del infante, la señorita invitó a Quackity a pasar al salón diciéndole que había muchas cosas divertidas por hacer, el pequeño tenía un poco de miedo pero su mamá volvió a repetir que vendría en unas horas después para buscarlo e irían por un helado.

Quackity sujetó la mano de la señorita, volteando a ver por última vez a su mamá, él le sonreía y agitaba ligeramente su mano. No iba a mentir, estaba muy conmovido de ver a su pequeño hijo ingresar al preescolar, en la vida de todo padre que está solo en el cuidado de su hijo, cada paso que dan ellos es conmovedor.

Staxx sólo tenía a su hijo, estaba solo en esto e iba a dar todo su esfuerzo para que Quackity viva bien.

Cuando cumplió 11 años, se mudaron a otro vecindario debido al trabajo de Staxx–y para dejar atrás todo recuerdo de su ex esposo–, el cambiar de lugar no era sencillo para un niño que ha nacido y crecido allí

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Cuando cumplió 11 años, se mudaron a otro vecindario debido al trabajo de Staxx–y para dejar atrás todo recuerdo de su ex esposo–, el cambiar de lugar no era sencillo para un niño que ha nacido y crecido allí. Para Quackity fué triste despedirse de sus amigos de ese vecindario, no volvería a jugar con Karl o Sapnap, habían sido amigos desde el preescolar y ahora no los vería de nuevo porque se habían ido muy lejos y eso significaba un cambio de escuela también.

En la tarde salió un rato, quedándose sentado en la entrada de la nueva casa, estaba muy triste, tanto que hasta quería llorar. De a poco sus mejillas se empapaban de lágrimas, él se las secaba con las mangas de su suéter y se escuchaba su nariz sorber. Hubiera llorado muy a gusto si un balón no le habría golpeado la cara, fue tal el impacto que olvidó de que lloraba porque su enojo lo atrapó de inmediato.

——¡Auch! ¡¿quién chingados me dió un balonazo?!—. gritó cubriéndose la boca rápidamente, había dicho una grosería y a su mamá no le gusta que diga groserías.

Quackity se aseguró de no ir pasos cerca de la puerta, al parecer no lo había escuchado y eso lo alivió, aún así iba a devolver el balón de la misma forma en que lo recibió. Se levantó buscando al culpable de que ahora le doliera la cara, un chico de cabello rubio muy claro con capucha se le acercó, debía suponer que era el niño baboso de pie chueco que pateó el balón hacia su cara.

——hey, disculpa, el balón es mío—. le dijo con una sonrisa al sacarse la capucha con orejas de oso. ——¿me lo regresas?—.

——oh por supuesto—. Quackity le sonrió y arrojó el balón dándole en la cara. ——¡ups! a la próxima fíjate a dónde pateas, pies chuecos—.

Quackity abrió la puerta de su casa, sacándole la lengua al chico rubio antes de cerrar, dejándolo ahí confundido por lo que acababa de pasar y la cara adolorida. Logró escuchar que le preguntaba cuál era su problema, obviamente ignorando por completo aquello, no llevaba un día en el nuevo vecindario y ya le cayó mal un niño de ahí.

 Logró escuchar que le preguntaba cuál era su problema, obviamente ignorando por completo aquello, no llevaba un día en el nuevo vecindario y ya le cayó mal un niño de ahí

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Mom says NO; Quackity & StaxxDonde viven las historias. Descúbrelo ahora