Capítulo 27: Ascenso Maligno

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   La punta se movía con agilidad, izquierda, derecha, guiando al destino de la muerte o de la paz, pero eso dependería de las decisiones que tomasen

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   La punta se movía con agilidad, izquierda, derecha, guiando al destino de la muerte o de la paz, pero eso dependería de las decisiones que tomasen.

   El agente castaño y el agente rubio eran guiados por el aparato que los alejó de las hordas con las que se habían cruzado, gracias a esa pulsera que parecía tener vida propia.

—Es una lástima que esa cosa no tenga un medidor de distancia—habló el castaño—así no tuviésemos el estrés de saber que tan lejos estamos de nuestro objetivo.

—Siempre te quejas por todo—le reprochó su compañero—¿Podrías por lo menos dar ánimo ante nuestra situación?

—Mira quien lo dice—contestó—pese a que no lo parezca, entre los dos yo soy el más maduro.

—¿Te convertiste en una fruta acaso?—contesto Keyl con una media sonrisa burlona.

—Y eso apoya mi afirmación—aseguró el castaño.

—En el momento que tú seas el chico maduro que debiste ser hace nueve años, el día que nos conocimos, voy a hacer quinientas flexiones en medio de la plaza comercial más grande de Londres—retó el rubio.

—¿Quinientas? Te he visto hacer más que eso, deberían ser por lo menos mil—contraatacó James.

—Da igual cuantas sean, de todas formas, antes de que ese día llegue el infierno ha congelarse—Keyl soltó una pequeña risa baja y su compañero solo resopló molesto.

   Antes de que más palabras salieran de ambos, se tuvieron que parar en seco, puesto que aquella pulsera que los estaba guiando empezó a actuar extraño. El rombo en el artefacto comenzó a girar sin control y de un momento a otro se detuvo. Ambos agentes miraron el objeto extrañados, ya no se movía, se quedó estático como un simple accesorio para lucir.

—Ya se descompuso—habló James.

   Keyl agitó levemente su brazo, en un intento por hacer que el aparato vuelva a andar, pero fue inútil.

   No se dieron cuenta al principio, pero una espesa niebla empezó a secuestrar su entorno, y no fue sino hasta que su espesura fuera contundente que ambos lo notaron.

Niebla del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora