—¡Keyl!... ¡Keyl ¿Estás allí?!—el agente rubio abrió sus ojos de golpe. Miró a todos lados con mucha inquietud.
Pero no tardó en darse cuento de algo: Su cuerpo brillaba, como si él fuera una bombilla. Incrédulo, se analizó a sí mismo, pero luego subió su mirada, notando que aquella luz no provenía de él, sino que aquel faro lo estaba envolviendo con la misma.
No sabía qué pasaba, no logró llegar a ninguna conclusión lógica de lo que le pasaba, pero luego, lo que pasó fue como una resurrección para él: Aquel dolor tan intenso que sentía por todo su cuerpo poco a poco empezó a desvanecerse. La herida en su hombro se cerraba con lentitud, evitando que la sangre siguiera fluyendo. Empezó a sentir más movilidad en su brazo roto, y pronto, cada vez más pudo moverlo con mayor libertad.
Luego de un rato la luz dejó de estar sobre él. El agente levantó sus manos, las puso frente a su rostro, miró fijamente sus palmas por un minuto antes de bajar y analizar de nuevo su cuerpo. Estiró el brazo que antes tenía inválido, estaba completamente sano, como si nada le hubiese pasado. Más por precaución que por otra cosa se levantó con pasividad, y una vez que estuvo de pie, empezó a hacer estiramientos, solo para asegurarse que todo estuviese en orden. Una vez ya convencido de que todo estaba bien, observó a nuevas cuentas el faro, el cual seguía proyectando aquella deslumbrante luz que salía por la ventana. Mantuvo los ojos puestos en él por unos segundos, para luego notar algo escrito en la superficie de la enorme linterna. Se acercó a ella, puso sus dedos al lado de aquellas letras antes de leerlas en voz alta.
<<Un rey solo no derrota a sus enemigos. Con que cada súbdito otorgue su gramo de arena, será suficiente para que el usurpador salga huyendo como el cobarde que siempre fue>>.
Keyl supo lo que ese refrán quiso transmitirle. Bajó su atención del enorme aparato y retrocedió unos pasos.
—¡Maldita sea, Keyl, responde!—aquella voz tan potente que provenía de su comunicador hizo que el agente rubio se estremeciera momentáneamente. Con rapidez apretó el botón del dispositivo para atender la llamada.
—¡James! Cálmate, estoy bien—comunicó con la intención de que su amigo se tranquilizase.
—¡Me dices que me calme cuando tengo un buen rato intentando ubicarte!—le reprochó.
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Niebla del Infierno
HorrorAquel que siente miedo no se convierte en cobarde, solo en humano, pero solo quien lo tenga y sigue a pesar de ello, va a ser el que sea digno de ser nombrado valiente. 🌀🌀🌀 Ke...