Capítulo 13: Un Juego

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   Empezó a despertar, se sentía mareado, poco a poco su visión pasaba de estar borrosa a estar más firme y en cuanto se sentía ya al cien por cien despierto, abrió sus ojos de par en par, giraba su cabeza con rapidez en todas direcciones percatán...

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   Empezó a despertar, se sentía mareado, poco a poco su visión pasaba de estar borrosa a estar más firme y en cuanto se sentía ya al cien por cien despierto, abrió sus ojos de par en par, giraba su cabeza con rapidez en todas direcciones percatándose en donde se encontraba.

   Keyl estaba en una de las celdas del calabozo subterráneo, se hallada sentado, apoyando su espalda en una estaca de metal empalada en el suelo de concreto. Intentó moverse y ponerse de pie, pero cada esfuerzo le resultaba en vano, ya que al intentarlo se dio cuenta de que estaba amarrado con unas cadenas y esposas conectadas a la barra de metal.

—Hijos de su grandísima...—su oración fue cortada, debido a que escuchó cómo golpearon las rejas de la prisión, haciendo que el enfocara su atención al causante del estruendo. 

   Fuera de las rejas se hallaba una extraña figura, no pudo distinguir qué era, ya que estaba cubierta por una frazada. Detrás de aquel ser no distinguió nada que no fuera oscuridad absoluta. Miraba con indiferencia a lo que sea que fuera esa cosa, y de repente el sonido de unos pasos empezó a retumbar. El agente se dio cuenta de que iban hacia su dirección y en unos segundos la imagen de un hombre apareció al lado de lo que estaba escandido en la enorme manta: Un hombre sin camisa, el cual tenía varios agujeros en todo su cuerpo, apareció fuera de la reja, tenía un pantalón y zapatos negros, pero lo que Keyl notó al instante fue la tétrica máscara que traía.

—Fin de tus falsas esperanzas—afirmó el hombre de la máscara.

   El agente lo miraba de la misma forma cortante.

—He estado en peores—contestó Keyl despreocupado.

—Eso es irrelevante. Tu camino y resistencia acaban aquí.

—Ya esperaba encontrarme cara a cara con alguno de ustedes en algún momento.

—Señor Jaxon...

—Te sabes mi nombre.

—Algunas de las historias que tienen las víctimas al llegar aquí pueden ser entretenidas, sus caras de desesperación, angustia, pero sobre todo absoluto terror, son un deleite para nosotros, por eso nos aseguramos de saber quiénes son.

Niebla del InfiernoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora