CAPITULO 13

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ANNE

Miro por el retrovisor como Lu cuenta con sus deditos, está tan concentrada, balbucea los números y de un segundo a otro ya tiene el ceño fruncido, está molesta al parecer.

—¿Que pasa cariño?— le pregunto al escuchar como bufa.

—No puedo llegar al cien mami— sonrío.

—Lo harás amor, ya cuentas hasta sesenta, eres la única que sabe de tu clase— sus cachetes están más inflados Gracias a su enojo.

—Yo quiero contar hasta cien.

—Te prometo que te ayudare este fin de semana.

—Está bien mami.

Le pongo su canción favorita mientras conduzco, al llegar al colegio la llevo a su salón y como siempre, me despido de ella dejando dos besos en sus mejillas regordetas, quisiera tenerla conmigo siempre.

El camino al banco se torna un poco lento ya que el tráfico es demasiado, aún así logro llegar a tiempo, lo primero que hago al entrar es ir por la camisa de mi talla, cuando me la dan dudo si ponérmela o esperarme hasta mañana, ¿que más da?, igual me la paso metida en la oficina con Tom, nadie notará que apenas y me abrochan los botones.

Antes de entrar toco la puerta, al escuchar se voz la abro para encontrarme con el sentado detrás de su escritorio firmando unos pápales.

—Buenos días— me mira, sus ojos inmediatamente viajan a mi blusa —Me dieron la otra apenas hoy.

—No hay problema— cuelgo mi bolso en el perchero al lado de mi escritorio —Te envíe unos correos, léelos y corrígelos si es que encuentras algún error.

—¿De que son?

—Correos que tengo que enviar a los clientes más importantes— frunzo ligeramente el ceño —¿Que pasa?

—Nada.

—Siempre haces eso con tu rostro cuando no te parece algo— lo miro a los ojos.

—No es verdad.

—Es que a mi me parece que decir "clientes más importantes", no es correcto— suelto abriendo mi agenda.

—Pero son clientes importantes.

—¿Por que?, ¿por que son los más millonarios?, estas minimizando a tus otros clientes.

—No me parece así.

—Lo haces— lo miro a los ojos —Todos tus clientes son iguales, tanto los que piden préstamo por que no tienen como los que sacan tarjetas negras porque tienen hasta para regalar— no me dice nada, solo me mira —¿Que?

Sonríe —Nada.

—Solo era eso, pero bueno, es tu banco y tu forma de pensar.

No dice nada más así que comienzo con lo que me indicó, no son tantos correos, para la hora de la comida ya habré terminado.

Como lo supuse, se da la hora de comer y yo ya termine todo, hoy no traje nada de mi casa así que tomo mi bolso y me paro frente al escritorio de Tom.

—¿Puedo salir a comer?— mira su reloj.

—Claro— nuestras miradas se cruzan como siempre cada que hablamos, me aferro a mi bolso y corto la mirada para ir a la puerta.

Antes de abrir la puerta lo miro por encima de mi hombro, la semana pasada solo mire que salió a comer dos días de la semana, los demás Ashley le pedía la comida pero la dejaba intacta por estar trabajando, ¿y si se enferma?, bueno, no es como que me importe, es su vida y...

Más de media noche | Tom Hiddleston Donde viven las historias. Descúbrelo ahora