Resopló, furioso y agotado. Se había pasado el día rugiendo, destrozando cuanto encontraba a su paso, golpeando la puerta sin conseguir nada.
Había visto a esa bruja pasear libremente por su castillo a través del espejo. La había visto cambiar la decoración y las habitaciones. La pared derrumbada ahora era una plataforma que daba al gran salón y terminaba en el océano. Así podía dominar también sobre las aguas. También la había visto ir al pueblo a presentarse. Por supuesto, no todos la habían aceptado alegremente, por lo que la mujer había recurrido al uso de su cetro para demostrar su poder y lo que podía ocurrir si alguien osaba desobedecerla.
Imperdonable.
Pero ¿qué podía hacer él? Había intentado escapar por todos los medios. Bueno, casi todos. Miró hacia el balcón, mas por allí no había salida en realidad. Lo que había era una caída mortal a las rocas bañadas por el océano.
Esa misma noche, cuando las lunas estaban en su punto álgido, oyó unos pasos acompasados acercarse a la habitación. Miró con desconfianza mientras el pomo se movía y Nessarose entraba acompañada de dos sirvientes. Uno llevaba una bandeja con comida para la bestia. El otro, una criatura mezcla de serpiente y humano, empezó a recoger los destrozos de Adrien.
—¿Disfrutando de tu estancia en la torre? —preguntó Nessarose.
La bestia rugió y ella sonrió.
El que le había llevado la comida no era corpóreo y supo que, al igual que él, los demás habitantes del castillo habían sido hechizados como la última vez. El otro debía de ser un naga al servicio de la bruja; monstruos acuáticos que él nunca había creído reales. Gracias a sus cuatro brazos, trabajó rápido en su cometido. Y de alguna forma que la bestia desconocía, lo roto quedaba restaurado.
El sirviente se retiró lo más rápido que pudo.
—Oh, vamos, creía que era tu lugar favorito. Aunque —añadió observando con desagrado su alrededor— debo admitir que esperaba algo más... refinado.
Adrien se mantuvo en silencio mirándola con ojos rabiosos. Se debatía entre lanzarse a por ella o salir huyendo. Veía más viable la primera opción. Si huía, ella usaría su magia para atraparle, pero si la atacaba por sorpresa, era muy posible que la pillara desprevenida.
—Si me tocas lo más mínimo sin que yo lo permita, perderás la humanidad que te queda, serás la bestia que no deseas ser —le advirtió Nessarose como si le hubiera leído el pensamiento—. Al menos permítete disfrutar del tiempo que te queda.
Casi le hizo gracia que la bruja hubiera utilizado la palabra «disfrutar». ¿Cómo se podía disfrutar estando encerrado?
El naga terminó y se dirigió hacia la puerta, donde se quedó bloqueando la salida y vigilando a la bestia con ojos fieros. Adrien le ignoró.
—Hablemos de lo que me ha traído por aquí. —La bruja paseó y se detuvo delante del espejo, deleitándose con el reflejo que le ofrecía. Se pasó la mano por la corona y curvó sus sensuales labios. Perfecto. Se giró y miró al príncipe—. Ha llegado a mis oídos que la antigua reina, tu madre, podía controlar a todos sus súbditos desde su habitación. Quiero saber cómo. Me será muy útil...
Los ojos de la bestia se abrieron, estupefactos. El espejo. La Bruja del Océano quería el espejo de su madre. Pero desconocía su existencia. Desconocía que la respuesta estaba justo detrás de ella.
—¿Y bien?
Adrien negó con la cabeza sin pronunciar palabra.
—Podemos hacer esto mucho más fácil. —Nessarose se paseó hasta llegar al lienzo que reflejaba al príncipe. Lo acarició con las yemas de los dedos antes de volver a mirar a la bestia—. Si colaboras, podría devolverte tu humanidad. Juntos reinaríamos. Una bella reina necesita un apuesto rey. Piensa en todo lo que podríamos lograr unidos.
»Pero, si te niegas... —Extendió su mano hacia el libro y este pasó tres hojas para horror del príncipe—. No será una página por noche. Tu fin se acelerará irremediablemente. Perderás tu humanidad, habitarás los bosques y serás la presa más codiciada por los cazadores. Cada día será una lucha por sobrevivir.
Al ver que la bestia se mantenía impasible, marchó hacia la puerta, donde se giró y le dijo:
—Piénsatelo.
Bruja y naga desaparecieron tras la puerta de su prisión.
Adrien miró la bandeja de comida sin mucho apetito, evaluando las palabras de Nessarose y su situación. Podía volver a ser rey, junto a ella, pero rey al fin y al cabo, y humano de nuevo. O podía acabar convertido en animal salvaje hasta el fin de sus días, que podían ser muy cortos...
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La maldición de los reinos (Reinos Malditos)
Teen Fiction✨Érase una vez un reino sin recuerdos, un príncipe maldito y una princesa hechizada. Pero ¿qué pasaría si la sirenita nadara al castillo de la bestia? Aneris ansía conocer el mundo humano, y a causa de su deseo se verá envuelta en un viaje lleno de...