El espejo no le devolvía su reflejo. Le mostraba la imagen de una joven de cabello borgoña y ojos azules que curioseaba por cada rincón del castillo. Su castillo. Las puertas se habían abierto la noche anterior de par en par y habían acogido a aquella entrometida. Sus sirvientes la habían atendido desde que puso un pie en el interior y él, que era el amo y señor de todo, no podía impedirlo. No podía gritarles ni castigarlos por su desobediencia. No se mostraban ante él ni ante nadie, y había llegado a dudar de si realmente estaban allí con él, sufriendo su mismo castigo.
Pero no; no estaba solo.
El cristal con marco de plata coronado por una manzana también argéntea volvió a mostrar aquella aterradora imagen que tanto odiaba ver: un monstruo peludo que caminaba sobre dos patas, con garras por manos y pies y dos orejas levantadas en su cabeza irregular. Con un gruñido, se apartó y miró alrededor. Había cambiado sus lujosos y amplios aposentos por la estancia de una de las torres, queriendo alejarse de los recuerdos que inundaban cada pasillo, cada estancia, cada mueble. Había elegido bien. Era un lugar apartado desde el que podía seguir controlando todo cuanto le pertenecía y todo cuanto le era ajeno. El tiempo había pasado lento para él, tanto que desconocía cuánto llevaba en esa situación. ¿Días? ¿Meses? ¿Años? Ni siquiera se había molestado en averiguarlo. No le importaba. Ya nada le importaba.
Invadido por una rabia que no sabía controlar, rugió con todas sus fuerzas y arrasó con lo que había en la habitación. Armarios, jarrones, mesas y sillas no pudieron escapar de su furia. Rasgó las cortinas que decoraban el balcón abierto por donde se colaban los rayos solares y el rumor del océano. Solo algo se libró de su cólera: una rosa que descansaba sobre un libro abierto.
Los miró con ojos llameantes. La rosa se mantenía fresca día tras día, con gotas de rocío resplandecientes en sus pétalos. La Rosa Escarlata, su única salvación y a la vez su condena.
El libro apareció bajo ella el mismo día que cayó la maldición. Cada noche lo había observado sin notar un cambio en él, preguntándose por su significado, hasta que se dio cuenta de un detalle: no siempre estaba abierto por la misma página. Algunos días, al alba, un pétalo se desprendía y una página se pasaba. Aunque lento, el libro avanzaba sin descanso hasta el final. ¿Qué sucedería cuando llegara a la última página? Nunca había querido pararse a pensar en ello, pero dentro de sí lo sabía: llegaría a su final y, con él, lo poco que quedaba de su humanidad. Aquel libro marcaba el tiempo que le quedaba.
Resopló y miró el desastre que ahora reinaba. Poco le importó. Sabía que durante la noche sus sirvientes trabajarían sin descanso para que todo estuviera impecable al amanecer, como si nada hubiera pasado.
Al fondo de la habitación vio un lienzo que estaba intacto. Un retrato que mostraba a un joven príncipe de cabello castaño bien cuidado, ojos redondos y marrones con mirada altiva, nariz afilada y labios puntiagudos en un rostro ovalado bien definido. Un príncipe que había estado a un paso de ser coronado rey y señor no solo de los alrededores, sino de todo el territorio que le pertenecía. Un príncipe con ansias de poder y grandes planes para el reino que le tocaba por derecho. Un príncipe cuya cabeza jamás había llegado a portar la corona real.
El muchacho del cuadro le miraba con dureza, y él cruzó la habitación de un salto y desgarró el lienzo. Sabía que al día siguiente lo encontraría restaurado, pero ello no le impedía desahogarse cuando lo necesitaba.
Una suave melodía invadió cada rincón. Una canción a piano que sonaba si él se encolerizaba. Una canción que lograba penetrar en su interior cuando estaba a punto de perder el control por completo. Rugió una vez más al escucharla. Aunque cuando sonaban los primeros acordes hervía de rabia, la música cumplía su función: calmaba a la bestia.
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La maldición de los reinos (Reinos Malditos)
Novela Juvenil✨Érase una vez un reino sin recuerdos, un príncipe maldito y una princesa hechizada. Pero ¿qué pasaría si la sirenita nadara al castillo de la bestia? Aneris ansía conocer el mundo humano, y a causa de su deseo se verá envuelta en un viaje lleno de...