Capítulo 68

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Ignorando los gritos de su dolorido cuerpo, las heridas de los cristales de plata y esas incontrolables ganas de cazar carne fresca, corrió por su castillo en busca de Aneris y la bruja. El lobo había echado a correr antes que él y al principio pudo seguirlo, pero enseguida lo perdió de vista y no supo a dónde debía dirigirse. Los cuadros y armaduras fueron testigos de su preocupación y su gran dolor, que iba más allá de lo físico. También del proceso salvaje que estaba sufriendo.

Vio centinelas en la puerta principal, que se hallaba abierta. A través de ella vio a los invitados más rezagados en el exterior subiendo a sus carruajes, creando portales o alzando el vuelo para alejarse de allí lo antes posible. Esto le indicó a dónde debía dirigirse.

Cuando llegó al gran salón tuvo que apoyarse en la jamba de la puerta y recuperar la respiración. Vio a Nessarose apuntando a Aneris, quien había cerrado los ojos y esperaba su final. Pero el ataque nunca llegó a su víctima. Un animal mordió el brazo de la bruja y lo desvió. El rayo impactó en una cristalera, que estalló. La sirena recibió una fina lluvia de cristal y se atrevió a abrir los ojos.

El lobo fue abatido y sepultado por algunos escombros que se empezaron a desprender del techo por la magia y los ataques. Una lámpara de araña cayó sobre él para horror de Aneris, que murmuró algo que la bestia no fue capaz de escuchar desde la distancia.

Nessarose volvió aapuntar a la joven con el cetro, pero en esta ocasión la sirena no le prestóatención; sus ojos estaban fijos en el animal sepultado.

La maldición de los reinos (Reinos Malditos)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora