Has demostrado ser capaz de amar.
Has conseguido ser amado.
Has enterrado tu egoísmo y arrogancia.
Has hecho florecer a aquel que un día fuiste.
Por todo ello, has ganado el derecho a vivir y reinar.
Bienvenido de vuelta, príncipe.
Estas palabras fueron lo último que escuchó antes de abrir los ojos y ver ante sí el rostro conmovido de ella. Aneris. La culpable de que él estuviera allí. La que tanto le había hecho sentir. La que había prendido una luz inextinguible en su vida.
Se levantó con cuidado. Se miró las manos en primer lugar, emocionado. Era él de nuevo. Luego siguió por el resto del cuerpo. Las ropas de la bestia le quedaban grandes y estaban hechas jirones, pero eso era lo que menos le importaba.
No. Lo importante era que estaba allí... y ella también. La miró y se le acercó. Acarició su rostro anegado de lágrimas.
—Adrien... creía...
—Lo sé.
Los ojos de él se dirigieron al rey del océano, quien inclinó su cabeza ante el príncipe en señal de respeto. Adrien hizo lo propio. Luego se arrodilló, cogiendo delicadamente la mano de ella.
—Aneris, ¿querrás quedarte aquí, conmigo? ¿Querrás casarte conmigo y reinar junto a mí en el Reino de la Rosa Escarlata en alianza con el Reino del Piélago?
La sirena se sintió emocionada y quiso gritar un «sí» que resonase por todos los reinos. Pero sus ojos bajaron hasta lo único que podía impedirles estar juntos para siempre. Su cola de pez. Ya había gastado todas las oportunidades. Ya no había ninguna más.
El príncipe percibió su preocupación y se levantó.
—No importa. Nada nos impedirá estar unidos. Encontraremos la forma.
El rey carraspeó y su hija giró la cabeza.
—Hija, yo podría...
Unos gritos femeninos que rebosaban alegría le interrumpieron. El hombre se apartó y la joven sirena vio, al fondo, a su abuela y a sus hermanas, a quienes fue a abrazar. Titania fue la última.
—Abuela...
—Hija, el hechizo de la Bruja del Océano sigue activo.
—¿Qué? —Se apartó bruscamente de ella—. ¿Cómo es posible? Me devolvió al océano. Ahí terminó el hechizo.
—Querida, según me contaste, el conjuro terminaría por un beso... ¿Ha habido beso?
La sirena negó con la cabeza, confusa.
—No lo entiendo... Entonces, ¿por qué no sentí dolor todo el tiempo que volví a ser humana?
—Nessarose hizo y deshizo a su antojo, modificando el hechizo. Te devolvió tu cola y tu voz porque quería haceros daño. —Se encogió de hombros mirando a su nieta—. Pero las condiciones para romperlo definitivamente nunca cambiaron.
Esto dio esperanzas a Aneris que sonrió en agradecimiento y se acercó a Adrien, pero él cogió sus manos antes de permitir que el rostro de ella se aproximara más.
—¿Estás segura de que esto es lo que quieres?
No quería que Aneris sacrificara su vida por él. Era cierto que le había pedido que se quedase a su lado, que fuese su reina. Pero no podía ser tan egoísta de pensar solo en sí mismo. Ella tenía derecho a decidir lo que quería de verdad. Y fuera lo que fuera, él lo aceptaría.
La sirena se separó de Adrien y se acercó a su padre, que asintió y la abrazó con cariño.
—Ten. —Le dio un colgante con forma de caracola—. Podremos vernos siempre que quieras. Solo tienes que pedírselo a él. Era de tu madre. —Sonrió mirando tristemente a su hija.
—Gracias, padre.
Se apartó de él. El rey Océano se alejó hasta la orilla, hizo una última reverencia ante ambos y se sumergió en las aguas. Titania dedicó una mirada a su nieta e hizo lo mismo. Sus hermanas tardaron más. Todas ellas estaban emocionadas y se comían al príncipe con los ojos. El reguero de agua no desapareció, y no lo haría hasta que la princesa sirena dejara atrás el mundo de las sirenas y los hombres oceánicos.
Aneris sintió a Adrien tras de sí. Giró un poco la cabeza y sintió los labios en su frente mientras la rodeaba con cariño. Se sintió protegida. Se sintió completa.
Los brazos de él la hicieron girar. Sus ojos se cruzaron, sus miradas chocaron en el aire y provocaron chispas entre ambos. Una cálida sensación recorrió a cada uno de arriba abajo mientras se perdían en la mirada del otro. La mano derecha de él ascendió lentamente, recorriendo con ternura su cadera, luego su brazo, su hombro y su mejilla, donde se quedó unos instantes. Aneris cerró los ojos y disfrutó de aquel contacto que la hacía estremecer, aquellos sentimientos que habían estado presentes en las historias que había leído y oído y que ahora eran reales. Sintió cómo la mano de él se desplazaba por su cuello hacia atrás y hacía una fuerza suave, con cariño, para atraerla hacia sí. Lo siguiente que notó fue un roce en sus labios, una dulce caricia que penetró en ella y se instaló en su corazón. El beso se hizo más intenso, se pegaron más uno al otro, queriendo fundirse en uno solo. Queriendo sentir lo que el otro sentía. Olvidaron cuanto les rodeaba. Olvidaron lo que habían pasado. Solo importaba el fuego que los unía. ¿El tiempo? Había dejado de existir. No había presente, ni pasado, ni futuro. Solo existían ellos en un momento, en un lugar. Solo existía su amor, algo tan poderoso que podía traspasar cualquier barrera mágica que pugnara por separarlos de nuevo.
Tan entregados estabanal beso, a un beso de amor verdadero, que ninguno se dio cuenta de que ella yano era una sirena. Era una humana y la futura reina.
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La maldición de los reinos (Reinos Malditos)
Novela Juvenil✨Érase una vez un reino sin recuerdos, un príncipe maldito y una princesa hechizada. Pero ¿qué pasaría si la sirenita nadara al castillo de la bestia? Aneris ansía conocer el mundo humano, y a causa de su deseo se verá envuelta en un viaje lleno de...