Capítulo 46: Rabia

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Milán.


~26/08/2020~


Mientras observo a la mamá de Emma terminar de colocar la intravenosa en el cuerpo de Maya, abrazo a mamá, quien aún llora un poco.

Siento la mano de Emma apretar la mía y la miro rápidamente.

—Muy bien, ese suero la mantendrá hidratada. No puedo hacer más sin que antes haya un análisis concreto. Tengo un amigo que es excelente ginecólogo, él puede...

—Mamá —la llama Emma —. No sé si sea bueno que un hombre sea el que la revise. Cuando nos intentamos acercar nos golpeó. Ni siquiera Beth —se refiere a mi madre — o yo logramos calmarla.

—Sí, sí. Comprendo —revisa el termómetro —. Entonces le hablaré a una conocida que tiene una clínica en el centro de la ciudad. Sé que es muy posible que se niegue, pero necesita atención.

—La convenceremos, gracias Conny —murmura mamá.

En segundos noto ella como se desploma en el suelo y antes de que se golpee, papá la atrapa. A pesar de que está consciente, su cuerpo no tiene fuerzas para incorporarse. Así que él mismo la lleva a la recámara que comparten y la mamá de Clark los sigue para atender a mi madre.

Cuando ya no los veo me siento al borde de la cama, tomando la mano de Maya.

Solo han pasado dos malditas horas desde que me enteré y todavía pienso que es una pesadilla, de la cual anhelo despertar. Emma limpia mi cara, quitando las lágrimas y yo dejo de mirar a mi hermanita para abrazarla por la cintura.

Sollozo un poco ante lo que recuerdo. Como gritaba, como decía que se sentía y como murmuraba que no quería a nadie cerca.

—No lo entiendo. ¿Por qué existen ese tipo de personas en el mundo? ¿Por qué siempre tiene que lastimar a los más felices? —se remueve un poco —. Solo mira, primero fuiste tú. A pesar de que no paso de... —me cuesta decir las palabras —. Ese tipo, no llego a más. ¿Pero Maya? —mi voz es un hilo —. Aún es una niña, Emma. Iba a tener una linda vida por delante. Haciendo lo que le gustaba y enseñando, sin embargo, llego un maldito y se lo arruina.

—Milán, no te martirices.

—Es que me duele saber que... Que ella ya no será la de antes —empapo su blusa de lágrimas.

Duramos pocos segundos quietos hasta que nos separamos porque sentimos que Maya se mueve.

—No... ¡No por favor! ¡Ya no! —abre sus ojos y cuando nos ve retrocede de golpe contra el cabecero de la cama. Sus ojos bajan hasta la intravenosa y en el momento en que intenta quitarla, me adelanto apartando sus manos.

Como consecuencia recibo un golpe, así que me alejo un poco.

—Maya —la llamo para que me preste atención y que se calme —. Maya, aquí estoy.

—No, no. Déjame.

—Hey, soy Milán —niega.

—No me toques, por favor.

—Bien, bien. Me alejo —quedo como a dos metros de ella, aun sentado —. Ves.

—¿Por qué tengo esto? ¿Trajeron a un doctor? ¡Les dije que no quería ver a nadie!

—Maya, Maya. Tranquila. Nadie malo te toco —le dice Emma —. Fue mi mamá. Recuerdas que es doctora —ella apenas asiente —. Solo es un suero, para que no te deshidrates.

Algo Cliché Pero Al Revés©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora