Capítulo 48: Dos Piezas

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Emma.


~06/09/2020~



—¿Embarazo? —pregunta mamá nuevamente, mientras tomo mi bolso de mano.

—Sí. Esto es... Un caos, ma. Milán entró como en una especie de shock y su mamá fue la que me atendió la llamada cuando no me respondía. Estoy de camino a su casa.

—¿Necesitas algo?

—Por ahora no lo creo, de todas maneras, hablaré con la mamá de ellos dos para saber si quieren alguna clase de ayuda —abro la puerta de la casa —. Llamaré cualquier cosa, te quiero.

—Bien. Adiós —cuelgo y guardo el teléfono, caminando a mi auto.

Antes de que pueda subir al vehículo, siento que me toman del brazo y me gira con mucha brusquedad, arrinconándome de la misma forma.

—Hola, Emma —tiemblo —. ¿Cómo estás? ¿Tienes prisa? —su toque me asquea.

—¿Qué hace aquí? No me toque —trato de hacer que me suelte, pero aprieta más mi brazo, sacándome un quejido.

Me observa unos segundos y es cuando tomo en cuenta que no queda nada del maestro que conocí dos años atrás. Tiene la piel pálida, la cara demasiado delgada, su ropa está desgastada y apesta a licor.

—Lárguese. Ya déjeme en paz.

—Vengo a ajustar cuentas. Mi esposa me dejo luego de que hace dos días llegaran a mi casa tres cartas de citatorios a la comisaria por demandas de acoso.

—Ese no es mi maldito problema.

—Sí que lo es, porque gracias a ti varias estudiantes me denunciaron.

—Pues razones no le han de sobrar —escupo y recibo un gruñido de molestia.

—Esto es tu culpa. Tú me provocaste, con esa ropa que siempre llevas. Es tu culpa —repite, llevando su mano a mi otro brazo. Por más que lo araño no me suelta.

—No tengo culpa de sus actos. Ya suélteme —se acerca y cierro los ojos retrocediendo todo lo que pueda.

Mi cuerpo tiembla mucho y solo pido que se aleje.

—Ya déjeme, por favor —murmuro con las lágrimas saliendo de mis ojos.

Me sobresalto cuando siente algo ser ubicado en mis costillas. No me atrevo a mirar lo que ya sé y solo murmuro que me suelte.

—Vamos —tira de mí, pero no me muevo —. Arruinaste mi vida y ahora arruinaré la tuya.

Niego repetidas veces, sin avanzar.

—¿Qué sucede aquí? —la voz de mi vecina, la anciana Robs, me hace abrir los ojos —. Suelte a la chica —añade y enseguida empieza a golpear su espalda con su bastón, repetidas veces.

Me quedo muy quieta con el miedo de que esa acción, ocasione que el maestro presiones el gatillo.

Sin embargo, veo como se aleja, tratando de evitar los golpes. Es recién ahí cuando tomo una respiración después de rato, observo la escena de como la anciana golpea muy fuerte al tipo que está tratando de levantarse del suelo.

En segundos ya está corriendo, en dirección a su auto. Mis piernas fallan, obligándome a caer al suelo caliente bajo mis pies y las lágrimas salen, mientras las imágenes de ese día se repiten.

Algo Cliché Pero Al Revés©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora