Capítulo 26

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"El amor es entrega y sacrificio, quien ama verdaderamente, es capaz de renunciar a sí mismo..." Ana María Castillo Avella.


Jessamy.

La vida en muchas ocasiones tenía un lado bueno, ese lado donde las personas sólo querían permanecer para siempre. En ese lugar eran felices, prósperos y en algunos casos, la comodidad los hacía ansiar el permanecer allí. Y no los podía juzgar.

Justo en ese momento, en ese preciso instante de su vida mientras veía pasar las personas por la ventana del coche y ver como el cielo estaba en su máximo esplendor, supo que estaba en su momento de brillar, en su momento de ser feliz. La sensación de paz que la embargaba no parecía tener comparación: sus dos mejores amigos habían hecho las paces y hace dos días habían cumplido un mes de su nueva relación. ¡Estaba extasiada por tal noticia! Después de tanto tiempo de ser espectadora de sus miles de discusiones ahora los veía felices y mostrándose el amor que merecían.

Luego estaba el instituto y sus notas que cada vez iba mejorando hasta el punto que creía que podría ganarse una medalla por excelencia académica y le hacía mucha ilusión, sin mencionar que ya dentro de un mes sería la graduación por lo que junto con Mikayla debían ir buscando el vestido para el baile. Los exámenes finales se llevarían a cabo en los próximos días y estaba un tanto nerviosa. Muchos ya estaban solicitando ir a las diversas universidades del país y otros ya tenían asegurada una plaza.

Pero ella no iría a la universidad y no era que no quisiera, pero aún no estaba segura si quería dedicarse a algo el resto de su vida y con su padre ya habían hablado que podría tomarse un tiempo mientras decidía algo o podía dedicarse de lleno en el ciclismo que era su pasión. La carrera a la cual asistiría en unas semanas sería su oportunidad para poder entrar a carreras mucho más importantes como lo sería las nacionales y ya no sería sólo las locales. Tenía el sueño de convertirse en alguien profesional en ese ámbito, por lo que siempre entrenaba dando todo de sí.

Y algo que la tenía muy emocionada era que a finales del mes sería su cumpleaños y no podía esperar a que ese momento llegase, cumpliría veinte años y no podía evitar sentirse un poco vieja. El graduarse a esa edad no era tan común, al menos no para ella, pero al perder dos años de instituto la conllevaron a eso. El primer año había sido porque tenía problemas para concentrarse en clases y el segundo fue por problemas con su madre que solía exigirle demasiado y terminaba por frustrarse a lo que llevaba a cerrarse en sí misma y no comprender nada de los temas. Desde ahí su madre le mantenía un ojo encima, evitando que volviese a pasar lo mismo. Al fin y al cabo, debía ser una Rutherford aspirando a la perfección.

Y lo último y no por eso era lo menos importante, su relación con Atlas. Cada día que pasaba estaba segura que tenía que estar con él, ya no podía evitar demostrar lo que sentía hacia el castaño y en varias ocasiones quiso dar el siguiente paso, pero cuando se disponía a hacerlo se aterrorizaba. Él, por su parte, seguía siendo el mismo, pero había notado que se volvía más risueño cuando estaban los dos solos. Y saber que sólo ella podía ver esa faceta de él, la hacía sentir única.

Del cosmos se desvaneció una estrella © (TERMINADA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora