Prólogo

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"El fuego es una necesidad."

Antes de la Caída, cada hombre y bestia gozaban de más gloria de la que toda una generación podría siquiera soñar ahora. En mi nación, mis ancestros eran los amos del cielo, montando a los dragones, águilas y demás bestias como jinetes orgullosos, vanagloriándose del poder y las riquezas que hoy en día solo los locos podrían ver, desprevenidos y felices, no se les puede culpar de lo que pasó después, en realidad no se puede culpar a nadie, al menos que creas en los dioses de la naturaleza, como la diosa de la Muerte y la Oscuridad.

El mundo no estaba preparado para lo que se avecinaba, 754 años en la oscuridad. El frío, el hambre o la muerte gobernaron todo lo que se movía, y las bestias fueron tornándose más agresivas, deseosas de supervivencia. En un principio los grandes consejos y héroes se reunieron para descubrir a través de magias olvidadas: ¿Qué era lo que sucedía? ¿Por qué? ¿Cómo remediarlo? Pero lo único que lograron fue gastar recursos.

Con la carencia de luz y guía, las naciones empezaron a valerse por sí mismas, luego, las regiones, los estados, hasta que la incomunicación fue total, los grandes ejércitos y riquezas dejaron de importar, en una tierra que no crece nada, en una tierra en la que al hombre más valiente le da miedo morir fuera de su cama. El mundo dejó de florecer y de avanzar para dar paso al retroceso, durante siete siglos, la humanidad fue azotada.

Mi antigua nación ubicada en las montañas, y aunque muy cerca del sur, con millares de jinetes soportó bien los primeros siglos, pero empezaron a llegar Incontrolables más grandes, más fuertes, más resistentes. Nuestros reyes, según se dice, murieron primero, cumpliendo con su lema: "Nuestra brillante llama, luego la vuestra". Heroico, sin embargo, el único fruto de su sacrificio fue más oscuridad, un agujero de autoridad que se tragó a más personas, y para mediados del sexto siglo de la Caída, la nación se transformó en una ciudad y a finales del mismo, las ruinas que nos quedaban portaban el nombre de pueblo o aldea de VarGóra, junto a lo que eran cinco de los dragones más viejos y fuertes que habían pasado vertiginosamente de jinete en jinete.

En nuestra hora, a los escasos cuatro años de que la Caída llegará a su término, dos dragones más cayeron bajo una gran tormenta, y el jinete de un tercero también se unió a la Oscuridad, nos creímos acabados, pero esa fue la última gran batalla y en la aldea de VarGóra ya habían nacido nuevas llamas brillantes.

Las Promesas de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora