15. Un nuevo hogar - GILLES

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"Un animal acorralado estará desesperado; su pavor no hará más que aumentar su nociva y arriesgada decisión."

La reina nos había mandado a llamar, pero Cateline no hizo ni el más mínimo movimiento para salir de su auto encierro en su habitación. Por qué era tan malagradecida con nuestra anfitriona. La reina Lilith era un ser muy amable y desinteresado. Cuando llegamos a la ciudad de Svarog nos encontramos con ruinas y algunos de esos Incontrolables blancos peleando contra otros Incontrolables que jamás había visto. 

Aunque Cateline sugirió regresar seguimos de largo esperando dar con un lugar seguro y antes de desfallecer del cansancio nos encontramos con ciudades fuertemente establecidas, como si lo único que hubieran visto de la Caída hubiera sido el frío inclemente. Los reyes de estas ciudades nos trajeron con la reina y fuimos muy bien recibidos en su casa, una mansión gigante y hermosa.

Estaba pasando por uno de los pasillos con ventanas al exterior y allí en el patio pude ver a mi dragón. Loira arrastraba un animal muerto a través del pasto del terreno hacia los establos en donde el dragón de Cateline, Janek, hacía lo mismo que ella, auto encerrarse. Por lo menos Janek sí comía y por montones. No entendía cómo Cateline prefería estar encerrada a salir a volar, el clima cerca de la mansión era mágicamente cálido, un poco, tanto como para no tener que llevar esas gruesas y asquerosas pieles encima.

—Señor de Rais, la reina lo espera. —uno de los sirvientes de la mansión; siempre atendiéndonos en todo lo que necesitáramos.

—Claro —me emocioné por la perspectiva de que la reina quisiera hablarme—, vayamos de inmediato.

Solo la había visto en dos ocasiones y hablado en una. Nos había preguntado el lugar de nuestro origen y felizmente le hable de todo lo que ella quería saber. Había quedado maravillada con nuestros vínculos, deseaba tenernos como sus invitados tanto como nosotros así lo deseáramos y hasta nos había ofrecido títulos con tal de quedarnos. 

La reina sin duda reconoció nuestro valor, mi valor y el de mi dragón. Ahora, no estaba seguro de por qué nos llamaría, pero estaría feliz de servirla, pues con su hábil mente, esperaba que ella sí supiera apreciarme y darme mi lugar.

Llegamos por fin a las puertas de la habitación principal de la casa y después de unos golpes en la madera entré solo.

—Pasa querido Gilles, te estaba esperando —el salón estaba dividido en una tercera parte por unas cortinas de un hermoso hilo, ella estaba detrás de las cortinas, pero se veía su silueta ofreciéndome sentarme en una de las tantas y elegantes sillas—. ¿Cómo te has sentido en mi hogar?

—Muy bien, realmente es un sitio increíble. —su voz era muy dulce, solo me quedaba dejar a mi imaginación sus facciones.

—Estupendo. Noto que Cateline no ha podido acompañarnos, ¿acaso algo la molesta o la ha ofendido?

—¡No! —me apresure a decir. No quería que la reina creyera que no apreciábamos su trato—. Solo se ha sentido un poco enferma. Puede que sea por el cambio de clima.

En la cara interior de mi brazo sentí una leve comezón y no pude parar la reacción de mi mano por apretar el lugar.

—¿La marca aún no se ha asentado? —mire la zona en concreto con un sentimiento extraño. Debajo de los vendajes estaba su sello, una forma de reconocer a quiénes estaban bajo su protección—. No te preocupes, pronto estará completa. ¿La señorita Cateline la ha asimilado bien?

—Eso creo —la verdad es que no había visto a Cateline desde que le puso la marca. Retiré la mano de los vendajes—. Le agradezco de nuevo que nos haya aceptado aquí como sus invitados de importancia, si hay algo que necesite puede pedirlo, mi señora.

Las Promesas de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora