1. La prueba - DREY

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"El amor de madre está en toda especie"

Me llamo Drey Rumore, y soy una Promesa. ¿Qué es una Promesa? Resumiendo... La mayoría somos jóvenes huérfanos de la gran Caída, fuimos acogidos gracias a la voluntad de los Líderes de nuestra aldea. Los Líderes nos dieron cobijo y protección.

En un principio, la idea es hacernos guerreros para combatir las huestes de los Incontrolables, una vida que se disfruta cada día reconociendo que puede ser el último, por ejemplo, hoy...

Me desperté muy temprano en la cama de abajo de la litera antes que los demás, observando la antigua habitación que compartía con otras dieciocho Promesas huérfanas. Había mucha calma y la aprovechaba para ejercitar mi memoria, recordando qué era y qué debía de hacer. La calma solo se disfrutaba adentro, pues fuera se sentía mucho movimiento. Me quedé esperando, tratando de escuchar cualquier cosa clara de afuera de la habitación, hasta que...

—Oigo muchos pasos, hermano, lo mejor será alistarnos. —escuché que me decía Evarb desde la cama superior, por lo que empecé a moverme.

—Buenos días, Evarb, ¿tú qué crees que está pasando hoy?

—No lo sé, espero que no sea otro ataque a los bordes de la ciudad. ¿Preparado para perder en la carrera de obstáculos? —dijo con avidez en los ojos, se le veía enérgico como siempre.

—Nunca podrás ganarme, soy mayor. —la verdad era que Evarb Rumore, aunque más joven, era sin duda más prometedor que yo, no parecía un chico de diez, era alto, de piel mucho más morena que la mía y sin duda, mucho más competitivo.

Nos alistamos mientras que los demás se despertaban y preparaban sus camas como nosotros, no había mucho más para hacer. El instructor abrió la puerta y nos hizo marchar como siempre. Yendo hacia el patio nos dimos cuenta que los cadetes mayores no estaban, solo había soldados jóvenes.

—Es extraño, ¿dónde están los demás? —lancé la pregunta al aire tratando de atraer la respuesta de algún compañero, creyendo que marchábamos solos, como era habitual.

—Silencio, Rumore, parece que no le haces honor a tu apellido —el maestro de armas, Carl Ruine, no lo había notado y, ahora me veía desde su increíble altura con esos ojos negros, parecía muy amenazante—, será mejor que todos se comporten hoy, o si no, yo mismo los combatiré en los entrenamientos de mañana.

Bueno, esta vez no se ofuscó mucho y con solo esa amenaza todos nos quedamos bastante callados, el maestro de armas era un haz de las hachas y lo peor era que nunca usaba las de entrenamiento, le encantaban las suyas que fabrico de los dientes de una bestia desconocida durante las batallas de la Caída, siempre estaba dispuesto a contar la historia. Pero lo importante es que dijo "los entrenamientos de mañana". ¿Acaso hoy no habría entrenamientos de combate con armas?

Cuando bajamos al primer piso nos formaron y noté a las otras diez Promesas que vivían fuera del edificio con sus familias. Enfrente de nosotros había personas importantes de las cuales tres eran Líderes, a uno lo conocíamos, y a otro lo distinguimos como un jinete sin bestia, su dragón había muerto durante la última batalla de la Caída. El Líder Belch Razowy dio un paso adelante.

—Jóvenes, me alegra ver que todos están bien, hoy es un día importante, como sabrán, ya son trece años desde que la oscuridad empezó a menguar, y ya hace dos del fin de la Caída, hemos de dar gracias a los dioses por este regalo... —continuó durante diez minutos el viejo y alegre Belch, hablando de los exploradores enviados fuera, de cómo la luz por fin era suficiente para cultivar y la magia volvía a fortalecerse, en conclusión, podíamos darnos un respiro.

—... Pero no los hemos llamado hoy a ustedes para que escuchen hablar a un viejo, perdón, los hemos mandado a llamar para que sepan que hoy los dragones han puesto varias nidadas y, hoy se les hará una prueba para que algunos de ustedes obtengan un huevo, lo demás lo explicará el Líder Sir Rosemberg, él tiene más experiencia en esto.

Las Promesas de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora