45. Despedida - DREY

13 3 38
                                    

"Vive, porque no existe más vida que esta."

Todo lo que deseaba era vivir, pero ya había muerto. Empecé a quererlo cuando ya lo sabía perdido. Esa noche en la batalla de Los Cuernos Resplandecientes, morí junto a mi familia y de alguna forma regresé como lo hizo Graziella mucho tiempo atrás.

Evarb no recordaba esa noche y muchas otras cosas antes de ese día, la experiencia le fue traumática. Yo si recuerdo, mientras éramos consumidos por el fuego y el humo, mi familia no gritó, rogó por mi vida, todos ellos lo hicieron.

Al abrir los ojos corrí a la casa de mis tíos y allí se reproducía el mismo escenario. Su hogar estaba más lejos y las llamas aún tardaban en consumirlo, sin embargo, entre muy tarde, Evarb se había desmayado y mis tíos yacían bajo los escombros.

Después de aquel evento deseé experimentar la vida, una libre y sin presiones. Muchos me apoyaron, la mayoría murió. Pese a todo, no cambiaría nada del pasado, estaba rodeado de amigos en la Isla de Rugen, trataban de curarme.

Con el pasar de los días y al sentir la disminución de mis fuerzas supe que era imposible, no pasaría. En ocasiones alucinaba y escuchaba voces, me creía estar volando a lomos de Teos, me veía en la celda de Rafael siendo torturado, disfrutando las visitas de Graziella y sufriendo sus convalecientes tratos.

El tiempo en la isla corría con premura, habían llegado embajadores de la Alianza, pero no podía recibirlos. Las fuerzas me alcanzaban solo para hablar con mis amigos y ver la lluvia más allá de la ventana, hasta que eso también se complicó.

Ya no los oía ni veía con exactitud, todo estaba borroso y llegaba a mi como a través de un velo. Pasaban sombras de un lado a otro y muchas veces sentía el tacto sobre mi piel. Aunque hoy me sentía más fuerte.

—Sus heridas no se están curando —murmuraba alguien muy cerca—. Moretones, rasguños y mucho menos su vientre. No sé cuánto más aguantará.

—¡Salga de aquí! —gritó una voz muy familiar—. ¡No es quien para decir qué puede o no hacer mi hermano!

—Cálmate, está haciendo lo que puede.

—No me digas cómo comportarme, Stefan.

Evarb...

—Hermano. —se prolongó un corto silencio.

—Aquí estoy.

—Llámenlos, a todos, por favor.

Bien sabía que no podría despedirme de todos uno por uno, presentía que tendría muy pocas palabras para ofrecer y mejor hacerlo ahora que tenía las fuerzas. Creo que no tardaron mucho para que los pasos revelaran su llegada.

—Has tenido mejor aspecto, Drey. —comentó nervioso alguien.

—Cállate, Józef.

—Lo siento.

—Les agradezco —inicié cuando ya no percibí cambio alguno en la habitación—, por estar presentes, por seguirme aun en los malos momentos.

No podía ver sus rostros, ya estaban muy borrosos. Sentí unas manos apretando mi hombro.

—Parece que te despides. —dijo René.

—Lucas los guiará de ahora en adelante, la reina y otros peligros siguen en este mundo, perdón por dejarlos así.

—No me engañes, Drey —Juli estaba molesta—, después de todo lo que pasamos, ¿te vas a rendir? Aun te necesitamos...

Su voz se apagó.

—Mi hermosa dama, yo los necesité más a ustedes de lo que ustedes a mi. No te quedarás sola...

—Somos una familia. —proclamó la dulce voz de Iris.

Las Promesas de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora