18. Hay que volver - BELCH

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"Morir de viejo, vivir como Upyr"

—No siento nada. 

Ni el frío, ni el roce amable del viento. ¿Así se vive en la muerte? Porque realmente no me siento parte de la Oscuridad.

—¿Acaso soy un revivido? —dije sentándome y abriendo los ojos por fin.

Solo había bosque y montañas a mi alrededor, también mucha nieve. Al mirar mi brazo me hubiera aterrado, pensaba que eso haría antes, pero no sentía una gran impresión por esto ahora. La carne estaba descompuesta y en algunas partes podía ver los huesos. Mis ropas estaban hechas tirones, manchadas de tierra y sangre.

En mi cabeza se recorrían imágenes que jamás había visto con mis ojos y, aun así, las recordaba tan puras y arraigadas a mí.

—Tu vivo no deberías estar, eso lo sé bien.

—¿Quién dijo eso? —me levante del suelo.

Las ramas de los árboles se removieron rápidamente, como si una criatura saltara de una a otra para despistarme. Algo me empujó hacía un árbol y me retuvo contra este. Era tan fuerte y rápido que cerré los ojos como reacción instintiva, al abrirlos de nuevo ya no había nada detrás de mí.

—Increíble es sin dudarlo —fue un mero susurro, pero lo escuché claramente—. El chico sigue retándola.

Esa voz la reconocí, estaba en mi mente dentro de las imágenes que me parecían tan extrañas. Al tratar de hablar no me salió voz alguna; me llevé la mano a mí garganta y percibí que esta estaba cortada de tajo de lado a lado, pero la carne que suponía también debía estar en mal estado se fue cerrando con lentitud hasta que pude volver a hablar.

—¡¿Quién...?!

—Yo soy Bannik, el verde —aclaró riendo—, y tú no deberías estar aquí.

—¿Sabes quién soy?

—El Bannik lo sabe —de detrás de los árboles se mostró una figura, un viejo cubierto solo por su extensa barba, sus largas y delgadas extremidades terminaban en dedos secos y afilados. En una mano destacaba el color rojo, supuse que era mi sangre cuando lo vi probarla—. No... Bannik sabe quién eras. Pero tu futuro no es tuyo, es el del chico.

—¿De qué estás hablando?

Un Bannik, en cualquier otro caso tendría mayor cuidado de no insultarlo, pero ya había entendido mi estado, no podría ser peor. Los Bannik, si no estaba mal, eran buenas fuentes de información.

—A la señora no le agradará esto —se llevó una mano a su barba para alisarla al pensar, sus vacías cuencas parecían observar el cielo nocturno—. Bannik el verde sabe lo que eres, ¿lo sabes tú?

Fue difícil, a pesar de no sentir una gran carga emocional me resultaba complicado admitir lo en palabras, jamás lo creí posible.

—Soy Belch Razowy —mentí—, un mago Vedmak, uno de los quince Líderes de la antigua ciudad de VarGóra...

—No —me atajó sin interés—, Bannik pregunta: ¿Qué eres?, no quién eras —no contesté y él continuó—. Un revivido es lo que eres, la señora te reclamó y parte de ella fuiste, de un Vedmak resulta un mago oscuro, un Upyr... ¡Sí! —exclamó al ver mi rostro agraviado, y al relamerse de nuevo los dedos añadió—. ¡Eso eras también! Pero eso ya no eres más, una combinación extraña sin duda.

—No le entiendo, ¿puede explicarme? —dije acercándome a él, y a pesar de mí casi inerte corazón, me estaba enojando por las imágenes que tenía en mi cabeza de esta bestia—, Bannik el verde.

Él sonrió antes de dar un gran salto, cayó sobre una rama y se sentó en ésta sosteniéndose del tronco con sus garras.

—El Bannik te lo explicará a cambio de unos detalles, así lo hará.

Las Promesas de los DragonesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora